martes, 17 de mayo de 2011

Hasta aquí hemos llegado

"Los tiranos se rodean de hombres malos porque les gusta ser adulados y ningún hombre de espíritu elevado les adulará."
"Movimiento es el paso de la potencia al acto." 

Aristóteles
   Ayer me acercaba a la manifestación convocada en Sevilla por Democracia real ¡ya! con el temor de que los gobernantes y los medios masivos hubieran ganado de nuevo. En días anteriores apenas una nota en Público y una pequeña charla en el programa de radio Asuntos propios confirmaban que algo se estaba preparando. Más allá de eso, y teniendo en cuenta que vivo a más de 100 km. de cualquier capital, no había ninguna señal de que aquello podría resultar, solo un buen número de mensajes, enlaces y fotografías intercambiadas en diferentes herramientas de la web. 
   Un rato después, y sobre todo hoy, está claro que esta vez no han ganado. Y no es cuestión de números, sino de méritos: sin insignias, banderas, siglas, autobuses, publicidad ni cobertura mediática miles de desconocidos dieron por juntarse en la mayor protesta de los últimos años en una España que parecía dormida. La mejor prueba de lo que se ha conseguido es la incapacidad de reacción de aquellos que no se quisieron dar por enterados de lo que pasaba: las patéticas palabras de los políticos del PPSOE al ser preguntados esta mañana, los distintos medios de comunicación quejándose de que no sabían nada después de haber guardado en el cajón los comunicados anteriores, los medios de ultraderecha invocando viejos estribillos sobre los peligros de los manifestantes porque ¡se reúnen en asambleas!
   José Blanco, incluso, se ha permitido llamar "pasivos" a los que nos manifestamos porque no les vamos a votar. Y algunos ya habían hablado de un "movimiento apolítico". Nada más lejos. Lo que ocurre es que el pueblo reclama una política real, en la que las decisiones correspondan al colectivo, donde haya mecanismos de participación directa y los cargos políticos no puedan decidir contra su voluntad.
   No hay nada apolítico ahí, sino una crítica a la inutilidad y la perversión de la política tal y como está siendo dirigida ahora. No hay un movimiento apolítico porque no puede serlo. Cada voto, aunque sea nulo, cada abstención, cada acto público, incluso cada acto de consumo, son política. Cada palabra que se dice o se calla es pura política.

   Aquí todo lo ha hecho la gente. Sola. Y da miedo (les da miedo) porque si la gente pretende hacer algo al margen de los cauces establecidos no se puede controlar (con los medios establecidos). Es decir, con las instituciones, los sermones, las recetas, los discursos, los partidos, los recibos que ahora mismo han demostrado ser útiles solo para los poderosos, los inmensamente ricos y las grandes empresas sin los que el mundo, o de eso creían habernos convencido, no funcionaría.
   Era un hecho demasiado evidente que durante los últimos años el sistema económico, político y social que nos gobierna se ha quitado el disfraz para mostrarse más directamente, en toda su injusticia. Debe haber pobres, muchos pobres, para que sobreviva y mantenga a sus responsables.
   Ellos contaban con tirar de la cuerda hasta que no diera más de sí, forzar sus beneficios apretando la tuerca un poco más. Muy bien, pues hasta aquí hemos llegado.

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