martes, 17 de abril de 2012

Los profesores que querría tener estarán en paro

A Silvia, Juan, Felipe... y todos los que 
merecen un puesto de trabajo 

 Pasado, presente... 

   He tenido la suerte de conocer dos sistemas educativos de secundaria en un periodo de tiempo relativamente corto: acabé COU en 1996 y en 2005 empecé a dar clases como profesor sustituto. Puedo, por tanto, comparar ambos sistemas: el de la ley de 1970 y la LOE (teniendo en cuenta diversas modificaciones desde los 90); así como los recursos, el personal, las condiciones de los alumnos, los agrupamientos... Puedo asegurar, por propia experiencia y teniendo en cuenta todas las que he conocido hasta ahora, que la educación ha mejorado mucho desde entonces. A pesar de que, desde luego, aún está todo por hacer, como no puede ser de otra manera.
   Y eso que, si tenemos en cuenta el presupuesto dedicado a educación en España, en torno a un 4,5% del PIB, más de un 1% por debajo de Argentina, México, Estados Unidos, Francia, Senegal, Finlandia o Marruecos, una cantidad parecida a la que destinan Portugal o Serbia y un 3% menos que Islandia. La conclusión es clara: la educación le sale relativamente barata a la administración, una quinta parte más que a la mayoría de países similares. 
   Y, sin embargo, importa mucho crear la conciencia de que no es así y ocultar con la estadística del fracaso escolar (cuyo porcentaje estaba por fin empezando a bajar) los logros significativos y aún insuficientes de las últimas dos décadas: escolarización del 100% hasta los 16 años, reducción de alumnos por aula, atención a la diversidad (adaptaciones curriculares, diversificación...), medidas de refuerzo, implantación de bibliotecas escolares, utilización de recursos informáticos (webs, aulas virtuales, blogs, sistemas operativos, programas, internet, pizarras digitales...), formación del profesorado... Y todo por un módico precio.
   Es evidente, pues, que el sistema educativo ha cambiado bajo la intención de servir para el progreso de la sociedad. Y en parte lo ha conseguido. Con aciertos. Con errores. 

...y futuro
 
   Pero hay un problema: se avecina un nuevo cambio que no va a ser para mejor. Sus artífices, simplemente, lo reconocen, lo justifican e incluso un círculo de sabios prominentes vaticina que los cambios no empeorarán la educación. Contra toda lógica académica aseguran que el aumento del número de alumnos por grupo o del número de horas de clase impartidas no perjudica el proceso de enseñanza y aprendizaje. Claro que la enseñanza privada y concertada, una por definición y la otra por falta de exigencia de las administraciones, tienen trabajadores en peores condiciones y un porcentaje mucho menor de casos que necesitan atención más individualizada (dificultades de aprendizaje, emigrantes...)
   Pensemos un momento y preguntémonos. ¿Se atreverían a decir lo mismo de un médico? ¿De verdad se puede atender igual en el mismo espacio y tiempo a 25 personas que a 35? ¿Se puede recibir e informar correctamente a sus familias? ¿Pueden realizarse en las mismas 7 horas y media semanales las tareas correspondientes a un mayor número de clases? ¿Los profesores dan con la misma solvencia asignaturas que no son de su especialidad? ¿Se prepararán materiales y recursos educativos nuevos? ¿Se organizarán excursiones, visitas, conciertos, recitales, concursos o representaciones? ¿Se "socializarán" mejor los alumnos en aulas llenas, que ya tenían problemas de espacio para 30 personas? Una lista más detallada de las consecuencias de las políticas que el gobierno quiere implantar están en esta lista.
   No quiero idealizar la situación, pues en la enseñanza nunca se puede estar satisfecho. Una de las muchas peculiaridades de este trabajo es esta: siempre se puede mejorar; nunca sirve lo que ya está hecho; cada clase es diferente; cada grupo, distinto. 
   Pero sé que no tengo nada que reprochar a la gran mayoría de mis compañeros. Llevo viéndolos trabajar durante más de siete años y os aseguro que se esfuerzan: buscan libros, textos, vídeos; hablan con las familias de sus alumnos; intentan comprenderlos y ayudarles; los llevan a exposiciones y teatros; se preocupan por sus problemas; procuran ser justos, pero comprensivos; organizan concursos, conferencias, viajes, conciertos...; llegan a asumir tareas y papeles para los que nunca los formaron.
   Sé que no lo hacen todo bien. No siempre se movilizan. A veces fallan. Quién no.
   Sé que sus clases son mejores que las que yo recibí. Me gustaría que hubieran sido mis profesores porque habría aprendido mucho más con ellos. Es muy triste que muchos se vayan a quedar en paro. No se lo merecen. Es claramente injusto, habida cuenta que el número de alumnos en el sistema no bajará y serán atendidos en peores condiciones. Pero el resto intentará hacerlo lo mejor posible. Como siempre. Y luchará por ellos y sus alumnos. No lo dudo.

Viñeta de Sansón: http://blogs.elnortedecastilla.es/rafavega/

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