sábado, 11 de febrero de 2012

¿Por qué lo llaman trabajo cuando quieren decir dinero?

   Si de algo puede presumir la sociedad capitalista actual es de haber sabido ocultar sus propios principios, entendidos prácticamente como el oscuro mecanismo de un sistema ininteligible (y sin alternativa). Así, el trato cotidiano con los préstamos, las deudas, el comercio, la producción, la moneda, la cotización, las acciones y un largo etcétera consigue que los asumamos como verdaderos axiomas o leyes gravitacionales y no como un simple fenómeno económico histórico que no siempre existió ni tiene por qué existir en un futuro.
   Por eso a veces uno se olvida de que dentro del sistema todo se hace por dinero. ¿Cuál es la consecuencia de ello? Aquí se explica un poco mejor; extraigo unas palabras:
En cualquier sistema monetario, el motor de la industria es la utilidad monetaria, es decir, vender algo por más de lo que vale. El bienestar de la humanidad no se incluye en la ecuación. [...] Cualquier necesidad humana es secundaria frente a la necesidad de utilidad monetaria del mundo de los negocios. Si la utilidad es insuficiente, el servicio cerrará. [...] Dado que la cultura de hoy se basa en la utilidad monetaria, entonces nosotros no producimos bienes basados en las necesidades humanas. Por ejemplo, no construímos casas basadas en las necesidades de poblamiento. No producimos alimentos para alimentar a la gente. La motivación primaria de la industria es la utilidad monetaria.
   Jacques Fresco (repaso de principios capitalistas)
   
   Y entonces, si no se produce, comercia ni consume pensando en las necesidades humanas, ¿para qué se trabaja? Algo similar ha debido pensar Isaac Rosa, el autor de La mano invisible, novela que, para más inri, he acabado de leer la noche anterior a la aprobación de la nueva reforma laboral. El trabajo asalariado es el motor de todo ese mecanismo descomunal de producción que nos rodea y un requisito exigido a cada ciudadano. Desde luego, la gente trabaja mayoritariamente por obligación, porque si no, no podría mantenerse. De hecho, pelea por su puesto, lo defiende como sea, pero ¿se pregunta para qué sirve lo que hace; quién se beneficia de ello; si es justo su esfuerzo (o su recompensa); quién disfruta de lo que produce?
   Uno de los personajes, sí:
Trabajar lo justo, usa a menudo la expresión, trabajar lo justo, y tampoco es cierto, no es esto lo justo, nunca ha entendido por qué hay que trabajar como mínimo ocho horas y no tres o cuatro, cuando lo comenta con conocidos la miran como a una niña pequeña que desafía con su lógica inocente el mundo duro de los alumnos, y como tal no la toman en serio, aunque ella insiste, pregunta por qué son necesarias esas ocho, nueve o diez horas diarias para que cada uno viva de su trabajo, para vivir dignamente, lo que quiera que eso signifique (pág. 316).
   Rosa utiliza inteligentemente el esquema de las antiguas parábolas: pone a una serie de personajes arquetípicos (doce trabajadores sin nombre, la mayoría poco cualificados, y fáciles de identificar dentro del imaginario social) en una situación metafórica (trabajando en una nave con el único objeto de que los vean trabajar unos espectadores, donde da igual que lo que hacen no sirva para nada). Ahí arranca una trama muy sencilla que, sin embargo, se va desarrollando muy poco a poco y de manera indirecta, ya que el narrador se limita únicamente a contar las acciones y los pensamientos de cada personaje, uno por capítulo. Este método narrativo podría recordarnos al Ensayo sobre la ceguera, de Saramago, donde el lector solo conoce lo que pasa a través del punto de "vista" de los personajes y su situación forma parte de una gran metáfora sin alegoría ni moraleja clara, desagradable, que expone muchos más problemas de los que puede ocultar un final más o menos feliz.
    En una novela así, o tal vez en todas, la capacidad de acierto del autor no se mide en la concepción, la idea, sino en los detalles. En este caso, en que las actitudes de los personajes sean reconocibles en el mundo real, en que sus vidas y sus actos nos remitan a él. Según cambien sus circunstancias de trabajo aparecerán el escaqueo, el servilismo, el conformismo, el peloteo, el cansancio, la indiferencia, el disfrute, la responsabilidad, el esfuerzo, la  indignación, la protesta..., tanto en sus recuerdos del pasado como en el "Gran hermano" de ocho horas que están viviendo, en el que cada uno termina por retratarse. Lo mismo que el lector, porque ¿quién no ha estado harto de su jefe? ¿quién no ha admitido hacer cosas que no le correspondían? ¿quién no se ha creído más importante que sus compañeros? Esta identificación es un ejercicio que merece la pena, incluso si resulta efectista; incluso si, como en el texto de arriba, hay cierto abuso y convencionalismo al narrar los pensamientos; incluso si la catarsis no llega.
   Una "mano invisible" maneja a todos, a los personajes y a nosotros, ya que nadie escapa de ser una pieza dentro del gigantesco engranaje que hace funcionar. Incluso aunque no quiera. Terrorífico, ¿verdad? Las preguntas que los personajes despiertan sobre la mercantilización del trabajo no pueden ser más pertinentes, pues suponen una toma de conciencia para quienes estamos
[...] aislados, desprotegidos, a solas con sus faenas, desnudos en su condición de trabajadores, convertidos en una metáfora que ninguno era capaz de nombrar, tal vez ni siquiera de reconocer, esto es el trabajo, esto son trabajadores, esto es trabajar, si alguno de entre el público pensaba otra cosa, desengáñese, pierda la inocencia, mírenlo, de esto se trata, doce personas que entregan tiempo, esfuerzo, atención, conocimientos, cansancio, salud, y no saben por qué lo hacen, no saben por qué no pueden evitar hacerlo, y tampoco saben para qué, cuál es el resultado, lo hacen por dinero, sí, por necesidad, sí, porque están en paro, porque tienen que pagar hipotecas y alquileres, porque tienen que comer, pero eso no es todo, hay mucho más ( pág. 345).

viernes, 3 de febrero de 2012

Profesores interinos en Andalucía




¿Te imaginas que tuvieras que examinarte cada dos años de los contenidos de toda la carrera para demostrar que tu titulación sigue estando vigente? ¿Te imaginas que tu empresa ofertara tu puesto de trabajo y tuvieras que volver a pasar todo el proceso de selección para demostrarles otra vez, a quienes ya te tienen contratado, que sabes hacer el trabajo que llevas meses desempeñando?
Los profesores interinos andaluces no podemos más. La Junta de Andalucía nos está haciendo pasar por una situación laboral insoportable, estamos sometidos a una tensión diaria que está pasando factura a todo el colectivo.
Esta situación comenzó en el 2010, cuando la Consejería de Educación con el único apoyo de UGT aprobó un decreto, el 302/2010, mediante el cual dividía a los interinos en dos grupos: “interinos con derecho”, todos aquellos que tienen tiempo trabajado antes de junio del 2010, aunque solo sean días e “interinos sin derecho”, aquellos profesores que se incorporaron después de esa fecha.
Los interinos con derecho están ordenados en las bolsas de trabajo por tiempo de servicio como único criterio, mientras que a los interinos sin derecho nos ordenan por la nota de oposición.
Además, este decreto no valora la experiencia y sí los cursos que se pagan a los sindicatos o universidades privadas y que puedo asegurar que no valen para nada. En muchos de ellos incluso te mandan las respuestas de los cuestionarios que hay que cubrir para obtener el título.
Por culpa de este decreto, hay compañeros que perdieron su puesto en las oposiciones de 2011. La mayoría se han organizado y llevan cuatro meses encerrados en la catedral de Sevilla.

La situación actual para los interinos de secundaria es la siguiente:
  • Nos tenemos que presentar a las oposiciones de junio de 2012 y nos vemos obligados a aprobarlas de nuevo con una buena nota para no acabar en el paro. Por si alguien no lo sabe, los profesores que estamos ahora trabajando y afectados por el decreto, obtuvimos nuestro puesto aprobando las oposiciones de 2010.
  • El temario de las oposiciones de este año fue publicado hace dos meses (BOE 18/11/2011). Son unas oposiciones del Grupo A, con temarios muy amplios que ni las academias ni las editoriales tienen preparados a estas alturas.
  • Las pruebas de acceso son diferentes a las de hace dos años. Eliminatorias y con parte práctica.
  • Los profesores que llevamos menos tiempo trabajando, por lo general, tenemos sustituciones cortas. Dos o tres meses en un centro y a volver a empezar: nuevo pueblo, nuevos alumnos, nuevos niveles... Si trabajas en educación sabes lo que esto significa y si no, puedes hacerte a la idea.
  • Para colmo de males, estas oposiciones se han convertido en un arma electoral para el PPSOE en las elecciones andaluzas. Que la convocatoria esté todo los días en boca de los políticos y de los medios aumenta la ansiedad de los que tanto nos jugamos y tan pocas opciones de salir con éxito nos están dejando.
  • Los sindicatos no nos hacen ni caso. Les da igual que no podamos presentarnos a estas oposiciones en las mismas condiciones que los demás interinos, les da igual que no hayamos tenido tiempo para prepararnos, les da igual que nos vayamos a la calle porque ya vendrán otros que harán nuestro trabajo. Interinos de usar y tirar.
En fin, ya sé que en los tiempos que corren todos estamos igual de mal o peor, pero necesitaba explicar la difícil situación en la que nos encontramos los profesores en Andalucía. ¡Qué no solo en Madrid cuecen habas, coño!

miércoles, 1 de febrero de 2012

Sin esperanza, con convencimiento

   Creo que este título del poemario de Ángel González explica bastante bien la situación. Ha pasado un año  desde que este blog se abrió y, desde luego, han ocurrido muchas cosas. Nada buenas, la mayoría. Los golpes recibidos han trastocado su conciencia. Así que lo que iban a ser más bien apuntes sobre la literatura y sus alrededores se ha transformado mayoritariamente en un conjunto de críticas y artículos sobre el presente.
   Pero ha resultado imposible superponer lecturas interesantes a la urgencia de los gritos. ¿Cómo dedicar el tiempo a compartir mis impresiones sobre Watchmen, Aire nuestro, Luces al atardecer o la poesía de Nicanor Parra cuando es tan necesario aventar las miserias? 
   Cuento lo que veo, sobre todo lo que me parece injusto. Algo así les ha llegado a pasar a otros. Y el viernes dos tipos que tienen un programa de radio a una hora bastante anodina se vieron obligados a hacer lo mismo: rompieron el guión porque no había estómago que soportase cambiar de tema, seguir como si nada, dejar colgadas a las personas que llamaban para compartir su desgracia:


   ¿Oportunismo periodístico? No, sinceramente hay veces que las cosas pasan así. Será por algo. A lo mejor porque la acumulación de esas desgracias precisa ya de una nueva catarsis. Mucha gente llora en sus casas de rabia e impotencia. Y, a veces, se cuela en la radio o en otro lugar. Escuchadlos.
    No. No ha bastado nada de lo sucedido hasta ahora, pues lo peor aún está por venir. No hay  esperanza, pues en todas partes advierten que cada vez menos gente podrá trabajar durante los próximos años. Habrá otros momentos para discutir sobre el trabajo como modelo de relación económica, pero no es eso lo que está destrozando a medio país.
   Así que, ¿cómo no sentir la misma rabia y dejar de lado otros asuntos, como si fueran frívolos?
   Y aun así, siempre aparecen las coincidencias. Como por casualidad. Para bien o para mal desde aquí se ve todo con estas gafas, a través de poemas como este. Tendrá que bastar:
 
El invierno
de lunas anchas y pequeños días
está sobre nosotros. Hace tiempo
yo era niño y nevaba mucho,
mucho. Lo recuerdo
viendo a la tierra negra que reposa,
apenas por el hielo
de un charco iluminada.
Es increíble: pero todo esto
que hoy es tierra dormida bajo el frío,
será mañana, bajo el viento,
trigo.
          Y rojas
amapolas. Y sarmientos…

Sin esperanza:
la tierra de Castilla está esperando
-crecen los ríos-
con convencimiento.
 Ángel González
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