miércoles, 14 de diciembre de 2011

Las cosas hechas entre todos

   Que levanten la mano aquellos a los que les da vergüenza ajena la última campaña publicitaria de Telefónica (perdón, de Movistar). En ella uno de los grupos empresariales de mayor tamaño y beneficios del mundo pretende establecer, mediante una metáfora visual, que sus decisiones provienen de la opinión de sus clientes, que (oh, maravillosa tergiversación) son estos los que la dirigen.
   Hay aún más. La metáfora, por resultar simpática, se apropia de la imagen de la reciente actividad asamblearia que se está desarrollando en las plazas desde la primavera. Por supuesto, esto es un ejercicio consciente de mercadotecnia, buscando el guiño a la actualidad, la frescura, lo alternativo. Como si la empresa con mayor cuota de mercado pudiera ser alternativa. Esta vuelta de tuerca resulta denigrante y ofensiva porque trivializa el movimiento asambleario hasta la ridiculez. Como si fuera trascendental decidir el precio de un SMS. Como si el consejo de administración de una gran empresa hiciera caso a cualquier propuesta. Como si una asamblea se pareciera a las reuniones de comunidad de vecinos de Aquí no hay quien viva. En fin, aquí está por si alguno no lo ha visto:



   Son las licencias de la ficción, que no por serlo dejan de mostrar el peor gusto, el que promueven y bendicen unos directivos multimillonarios que intentan ser tan cools, que simulan pedir perdón por la campaña sin retirarla. Incluido su condenado presidente por manejar información privilegiada en la venta de acciones de Tabacalera.
   Pero hay que recordar la historia, porque su lema tan cínico, "las cosas hechas entre todos", tiene aún más significado del que parece. Porque está muy cerca de la realidad la idea de que lo que hace Telefónica lo hacemos entre todos. El problema es que solo lo disfrutan sus accionistas.
   El caso es que Telefónica no es solo una de las mayores empresas del país, sino que fue una de las primeras y, por tanto, aventajada, de los monopolios y empresas públicas que fueron privatizadas. Ocurrió hace 15 años, al final del último gobierno de Felipe González, cumpliendo así una de las medidas previstas en el tratado de Maastricht: que los estados liberalizaran todos los sectores de la economía para que las empresas europeas pudieran competir entre sí. Lo que no incluía el tratado de Maastricht (sí otras perversidades, pero esa no) era el gran negocio: privatizar una empresa que poseía el 100% de la cuota de mercado antes de que otras pudieran competir con ella, generando un verdadero pelotazo para todos aquellos que invirtieran en su capital, pues tenían asegurado el beneficio, incluso con despidos irregulares en el paquete. Así pasó con Telefónica, Repsol (a.k.a. Campsa), las eléctricas, Correos, Iberia, Transmediterránea o las más recientes Renfe, Adif o la futura Loterías.
   Algunas conservan una residual participación pública, pero todas se basan en el mismo principio. Las empresas hechas con los impuestos de todos, levantadas por miles de trabajadores, son vendidas y se convierten en expendedoras automáticas de beneficios para sus accionistas privados, mayormente porque en un principio no tienen nadie con quien competir. Todas ellas conservan la mayor parte del mercado e incluso cierta exclusividad. ¿De quién son las líneas de teléfono? Antes puede que de todos, ahora ya no.
   Todo este proceso ha culminado con el cambio de nombre de la empresa. El descriptivo Compañía Telefónica Nacional de España que aún se ve en alguna tapa que cubre el recorrido de las líneas bajo las calles ha acabado siendo un chispeante y precioso Movistar. Esto no dice nada, pero lo dice todo.


domingo, 20 de noviembre de 2011

Inquietudes electorales a la hora del té

Inexorablemente
Giramos en un círculo vicioso.
Dentro de la jaula hay alimento.
Poco, pero lo hay.
Fuera de ella solo se ven enormes extensiones de libertad.

Nicanor Parra, "Inflación"





    Bien, ya pasó el trámite. Cánovas (perdón, Rajoy) sustituirá formalmente a Sagasta (perdón, Zapatero) tal y como estaba previsto. Cambió el turno siete años después y es el PP el que asumirá el gobierno. Se escenifican las poses de un teatro triste y cansino, que no genera ninguna esperanza.
   De todas formas comparto mis reflexiones:

  • Irónicamente el PP tenía el cambio como eslogan, cuando en realidad el cambio de gobierno es una rutina. No peligra ninguna institución obsoleta ni el modelo económico ni la influencia y el poder solapado de la clase social más alta. O sea, que todo sigue igual. Llevan décadas encargándose de eso. Apretarán todo lo que puedan a la clase trabajadora, la que vive de su sueldo (cada vez más bajo, sin duda) y no de inversiones de capital. 
  • Cánovas y Sagasta (etc.) eran títeres de la burguesía decimonónica. Rajoy y ZP lo son de la superburguesía financiera del capital, representada por los poderes de los bancos centrales, el FMI, la Comisión europea, las corporaciones... Ni se tomaron ni se tomarán medidas contra ellos. De ahí que la gente haya votado sin entusiasmo, porque no son tontos.
  • Si los votantes del PP creen que a partir de ahora todo va a ir a mejor son tan ingenuos como los que creyeron a ZP cuando ganó diciendo que no había crisis económica y que habría pleno empleo.
  • Ni Chacón ni ningún otro candidato del PSOE habría sacado menos diputados. Ahora, que sabían que iban a perder y necesitaban un candidato capaz de disimular durante meses y sacrificarse. Mejor si se iba a retirar dentro de poco. Le esperará una jugosa jubilación por los servicios prestados a la gran organización progre.
  • De todas formas, el PP solo saca 550000 votos más. No hay más gente que vote a Rajoy. Son los mismos resignados. Sobre todo donde han gobernado más tiempo, en Castilla y León o Galicia, por ejemplo.
  • Casi 11 millones de votos es una cantidad importante, pero no deja de ser una mayoría por debajo del 30% del censo, aproximadamente. 
  • Los medios siguen sin hablar de los votos en blanco y nulos. Total, solo son un 1,37% y un 1,29% respectivamente. Pues resulta que han alcanzado un récord, sobre todo en el senado, donde han llegado al 5,37% y el 3,71%, más de 2 millones, que se dice pronto.
  • Sería absurdo pensar que más de un millón de personas no saben votar y se equivocan sin querer. El voto nulo es voluntario. La abstención es también voluntaria, claro. Pero, además, es consciente en un alto porcentaje. En ambas cámaras ha superado el 28%, más de 9 millones.
  • Todo esto debería suponer un tema importante que tratar, ya que sigue habiendo una mayoría de no representados: 6,5 millones de extranjeros y 9,7 millones de abstención, además de 317000 votos nulos, el doble que hace cuatro años.
  • No tiene ningún sentido que no puedan votar los extranjeros residentes en España y sí los españoles residentes en el extranjero. Eres de donde paces, no de donde naces.
  • Los partidos minoritarios no nacionalistas obtuvieron más de 3 millones de votos y 16 diputados, tantos como CiU con la tercera parte de votos. Las cuentas no salen y parece que por fin hay una ligera inquietud general ante este desajuste monumental que regala mayorías absolutas rojas o azules al pasar del 40% de votos.
  •  Aun así, el partido que más ha crecido, IU, no debería pensar que sus nuevos votantes son incondicionales. Si sigue el juego a los sindicatos timoratos y muestra cualquier ambigüedad ante políticas del gobierno y estrategias de la oposición mayoritaria volverá fácilmente a su estado anterior. Tendrá que demostrar que ha entendido las demandas de la gente que más se está movilizando, algo que a su estructura no le resultará demasiado fácil.
  • Y pasando a la celebración, la música en la sede del PP era muy similar a las de las retransmisiones multitudinarias de la selección en el mundial o la eurocopa o una verbena no tan española como el discurso del proto-presidente del gobierno. 
  • Esto confirma que muchos votantes del PP son forofos, no ciudadanos críticos, pero eso no excluye al resto de partidos, como por ejemplo Artur Mas gritando emocionado que han hecho un hat trick. No es un descubrimiento que la política en España está regida por los aparatos de partido, que crean esa masa de forofos acríticos (abonados sin carné) y constituyen el primer filtro contra ideas o actuaciones nuevas desde dentro del sistema.
  • Y el senado. ¿Sirve de algo una cámara en la que un partido tiene el 70% de los escaños, que no representa a nadie, no reforma nada, no propone?
  • Y miremos al oeste para adivinar el futuro: el PSD portugués, partido conservador muy similar al PP, lleva fracasando desde que asumió el poder en junio. O al norte: después de todas las medidas contra los funcionrios y la subida de la edad de jubilación, otro modelo del PP, Francia, va de mal en peor.
   ¿Y ahora?

   Las movilizaciones continuarán, pero los chaqueteros querrán apuntarse después de haber gobernado contra los movimientos ciudadanos. Lo mismo harán los sindicatos de Toxo y Sancho. No debemos dejar que sus banderas tapen el Sol.


domingo, 13 de noviembre de 2011

PP, PSOE, Madrid, Barça

"El tiempo está a favor de los pequeños"
Silvio Rodríguez

   La política cada vez se parece más al fútbol. Aquella ha perdido toda capacidad de acción y transformación y se ha acabado convirtiendo en la mera gestión del sistema único, en el que se simula el enfrentamiento como en tiempos de Cánovas. Pura ficción con un solo propósito: desviar la atención. Un trampantojo sobre la fachada de la casa medio derruida de las sociedades actuales.

   El fútbol, por su parte, ha perdido su carácter de juego y casi de deporte porque, como en muchos otros, importa básicamente el dinero. Esta situación se ve agravada en España, ya que el sistema de gestión de los clubes se basa en el capital y el capital solo lo tienen dos. Evidentemente hay una consecuencia: es como si no hubiera competición, igual que se restringen hasta el mínimo las posibilidades de cambio real o de intervención de la ciudadanía en unas elecciones como las del próximo domingo. El poder solo es de dos y ambos mantendrán el status quo mientras les beneficie. Lo suyo carece de mérito.
   El fútbol y la política actuales son injustos, aunque, por supuesto, más grave lo es en el caso de la política, mucho más importante, mucho más desvirtuada e impotente más allá de las pequeñas pero crecientes muestras de cambio reflejadas en las movilizaciones de todo tipo organizadas en el último año desde fuera del sistema.
   La esperanza de un cambio político y social está ahora mismo ahí, en esos pequeños equipos amateur que representan mucho mejor las ideas que el resto. Lo poco que de hermoso le queda al fútbol lo ponen los equipos que saben que les va a ser casi imposible ganar, pero que juegan como si no fuera así.
   Nunca he votado a PP ni PSOE ni he animado a (torcido por) Madrid o Barça, así que sé de lo que hablo. Mi equipo, más que probablemente, nunca ganará un campeonato, pero alguna vez dinamitará las reglas y las costumbres adquiridas. Merecerá la pena acordarse de ello, como sobreviven mucho mejor en mi memoria las victorias contra pronóstico y los resultados imposibles a priori.
   En un futuro nadie recordará cuántas ligas ganaron el Barça o el Madrid en los 90, pero sí que el Atleti ganó una. ¿Y cuando Uruguay ganó a Brasil en Río en 1950, cuando el Numancia eliminó a dos equipos de primera en la copa y empató con el Barça, cuando el Valladolid goleó al Barça 3-1 y el Alcorcón al Madrid 4-0, cuando Italia ganó la semifinal de la Eurocopa a Holanda jugando 100 minutos con uno menos, cuando el Liverpool ganó la copa de Europa al Milan perdiendo 3-0, cuando Jamaica ganó su único partido en un mundial a Japón?
    Es triste, pero hasta en el aburrido panorama actual del fútbol hay más posibilidades de sorpresa que en las elecciones. Ahora, cada día hay muchos otros partidos por jugar, imprescindibles para tumbar a los grandes.


miércoles, 2 de noviembre de 2011

El tiempo es caprichoso

   Y si no lo fuera ¿cómo se darían las casualidades, las coincidencias, los encuentros? Algo hay de incomprensible en su funcionamiento. De ahí que se llame a la suerte, la fortuna, el fatum, el destino o con cualquier otro nombre a lo que parece poco probable. De todas formas, si tengo que elegir uno, me quedo con el de azar, que no fue votada entre las palabras preferidas por los hablantes de castellano no por su sonoridad sino quizá por aquello de que se le tiene miedo. Y, sin embargo, a veces ayuda a descubrir relaciones antes impensables.
   Vayan como ejemplo unas páginas (96-101, en la edición de Galaxia) de la novela O porco de pé, de Vicente Risco, que está redactada justo antes del tan mencionado crack del 29 y que, además de hacerme pasar un buen rato, me recordó, como lo había hecho antes Las crisis del capitalismo, de Marx, que todo lo que está pasando en el sistema económico capitalista es una vieja canción que ya sonó en gramófono y disco de piedra antes de adjuntarse como mp3. Vamos, que todos los que se han mostrado tan sorprendidos por la evolución de la economía y sus resultados recientes no hacen otra cosa que fingir que no sabían perfectamente lo que estaba pasando.
   En fin, que el dinero sigue funcionando igual que hace tanto tiempo y que la historia, por sus caprichos, se repite tal y como aseguraba el propio Risco, que, sin embargo, no tenía razón en muchas otras cosas. Estos son los párrafos más interesantes de la digresión (la negrita es mía):

Xa os antigos adiviñaron no Diñeiro unha forza divina, pondo nas moedas símbolos relixiosos. Para fabricalo buscáronse os metais máis preciosos, coma para as imaxes dos deuses. [...] O Diñeiro viviu moito tempo aprisionado nas especies materiais de ouro, prata, bronce, níquel. Mais nos tempos modernos, o creto ceibou o Diñeiro desta escravitude na que, sendo xa tan poderoso, conservaba aínda un resto de impotencia. Mais agora o Diñeiro espiritualizouse, fíxose invisible, incalculable, case que inefable, coma os deuses das relixións espiritualistas, e chegou ó máximo do seu poder. Considerade as cousas con ánimo atento e veredes que o Diñeiro se acha adornado de tódolos atributos da divinidade. [...] O culto é diario e constante; celébrase en tódalas casas en tódolos instantes. Mais os templos son as Bolsas, e as festas son as exposicións, as Feiras e os Mercados. Neste culto todos son devotos e non hai tépedos. Hai místicos, que son os avarentos; hai fanáticos que son os ladróns; hai herexes, que son os socialistas. [...] O Diñeiro é un deus que ten máis adoradores que tódolos deuses xuntos. [...] Non esquezades que o fin do Diñeiro é medrar, medrar a cotío, medrar sempre, ata encher o mundo, ata realizar o gran símbolo de Midas.
   Menuda ironía, ¿verdad? Así nos luce el pelo.


lunes, 24 de octubre de 2011

La nueva censura

   Al igual que en los últimos años se ha impuesto una nueva forma de capitalismo basado en la economía especulativa, cuyas transacciones multiplican por 6 o por 8 las de la economía real (que ya eran flagrantemente injustas); de la misma manera que se ha consagrado en el poder una nueva aristocracia que no se basa en títulos nobiliarios sino en mantener el poder de la alta clase empresarial y política (de una endogamia digna de Austrias y Borbones), se constata que vivimos una nueva censura a pesar de que la cantidad de información a la que se puede acceder ha crecido exponencialmente.
   Los problemas que quiero destacar convierten el ejercicio del periodismo en un fraude, controlado no ya por las leyes de la dictadura, sino por mecanismos que se mantienen ocultos. Una mirada medianamente despierta, sin embargo, permite llamar la atención sobre los aspectos que condicionan y tergiversan el proceso de transmisión de la información:
  • La concentración de los medios de comunicación en grandes conglomerados empresariales que normalmente reúnen editoriales, diarios, canales de televisión y de radio. Pensemos que, para empezar, no pueden posicionarse contra el neoliberalismo que los ha originado. Y que sus tomas de partido por acción u omisión afectan a toda su parrilla.
  • Las relaciones de clientelismo entre lo que Ramonet llama las tres P: políticos, policías y periodistas. Los terceros no publicarán algo que contradiga llamativamente las tesis de los primeros y los segundos, que los recompensarán con alguna limosna.
  • La falta de visibilidad de las voces críticas, por muy prestigiosas o pertinentes que parezcan. Esto conlleva, evidentemente, una eliminación de la disidencia, eludir cualquier debate real.
  • La "inseguridad informacional", es decir, la incompetencia de los medios para interpretar la información al ritmo que se genera y la simultánea generación de información alternativa no perteneciente a ningún medio.
  • Y, por último, la banalización de los contenidos, que conlleva dedicar más espacio a la meteorología, los sucesos o cualquier acontecimiento morboso, y la eliminación de una mínima parte de valoración o crítica, sobre todo en los informativos televisados.
   En cuanto al  primer y tercer puntos me ha llamado especialmente la atención en la última semana el hecho de que la editorial Aguilar, perteneciente al casi todopoderoso (pero ya menos) grupo Prisa, postergara indefinidamente la publicación de un libro de Vicenç Navarro, Alberto Garzón y Juan Torres, tres economistas críticos con el neoliberalismo, especialmente con las medidas del gobierno en los últimos años y las propuestas para las próximas elecciones. ¿Seguro que no tiene nada que ver la fecha tan cercana de las elecciones, la proximidad editorial con el PSOE y Rubalcaba ni que uno de los autores haya entrado como independiente en una lista de IU? Más allá de que se compartan o no sus ideas, la maniobra del grupo da a la vez bastante asco... y miedo. 
   Vemos cómo es muy fácil, por tanto, controlar la visibilidad de quienes se oponen a sus intereses. En respuesta a esa actitud el libro se puede descargar gratis, pues su intención no era el beneficio. Pero seguro que apenas figurará en las estanterías de las librerías y alcanzará un menor número de lectores que el que le hubiera proporcionado el gigantesco aparato publicitario de los propietarios de El País, el periódico que hasta hace poco llevaba la palabra "independiente" en el subtítulo, sutilmente convertida en "global". ¡Ja! (si bien esto es moneda corriente, pues se puede asegurar que no hay ningún diario realmente independiente de tirada nacional).
   En cuanto al último punto, no hay mejor muestra del grado de tergiversación que una imagen (en la entrada anterior enlacé a la portada del ABC que la ilustraba a la perfección):

   O también, rebuscando entre las noticias del día, ¿qué es más importante: el juicio de Sevilla en el que no se averiguó nada nuevo, el número de árboles caídos durante la noche por culpa del temporal o la estafa conjunta que las grandes empresas constructoras hicieron al estado? ¿Hace falta decir cuál de las tres va a tener menor cobertura?
   Durante todo este año hemos visto también cómo los movimientos sociales, en especial el 15M, han aumentado considerablemente su presencia en la red. Ellos son el mejor ejemplo de cómo los medios tradicionales se ven incapaces de interpretar su funcionamiento, proporcionando informaciones falaces. Mientras, los protagonistas generan muchísima información que circula al margen del cauce principal y que, por tanto, los hace sentirse ninguneados. Para responder a esta necesidad han creado numerosos medios y aprovechado los aternativos que ya existían.
   Es lógico entonces que, igual que reclamamos una democracia real, reclamemos un periodismo real mientras intentamos dar visibilidad a las noticias que nos preocupan. Estando fuera de los grandes medios, se pretende al menos conformar una red cada vez más amplia de personas enteradas realmente de lo que ocurre, conscientes de quién provoca estas situaciones para su propio beneficio. Valgan para ello los enlaces compartidos, los blogs, las retransmisiones en streaming, las fotos subidas al instante, las listas de correo y demás artilugios. Las mentiras, por mucho que se repitan, no cuelan.

   Actualización del 28 de noviembre:
   Un mes después, añado un dato más: el gobierno ha indultado al vicepresidente del Santander por unos delitos menores que conllevarían inhabilitación, incluso contra la recomendación del tribunal supremo. Como el Banco Santander es una de las empresas que más gasta en publicidad en los medios, los periodistas se autocensuran (o sus jefes) para no enfadarlo. Una vez más, al garete la libertad de expresión, como bien ha visto en su blog José A. Pérez. No solo los medios han pasado de puntillas sobre el tema, sino que se ha obviado el nombre del banco al nombrar al indultado para no dañar su imagen, tal y como hace Iñaki Gabilondo en su videoblog. ¡Ay, grupo Prysa!

lunes, 17 de octubre de 2011

Cabezabajo; patasarriba

   Ya no sé si el mundo está al revés / o soy yo el que está cabeza abajo
Fito Cabrales
   
   O, como el título de Alberti, Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos.  Vamos, que hay que poner mucho empeño para encontrar algún sentido a muchos de los acontecimientos más recientes o, tal vez, tomar conciencia de que dirige el mundo una lógica perversa.
   Para dejar perplejo a cualquiera, por ejemplo, es la jugada a dos bandas del P(SO)E: el candidato promete lo que no hizo estando en el gobierno a pesar de que promovió todo lo que critica (lo hace porque sabe que no va a ganar y quiere minimizar la pérdida de diputados en las elecciones, a ver quién se traga tanta mentira) mientras ZP sigue inmolándose (porque va a desaparecer del mapa) tomando decisiones que traicionan cualquier principio exhibido ante sus bases o en su programa. Semejante hipocresía resulta  hiriente, pero es que además los últimos pasos, dirigidos por grandes instancias del poder económico y político más retrógrado, parecen un mal chiste: reformar la constitución a marchas forzadas, colaborar con los bancos agrandando deudas públicas y enriqueciendo a sus gerentes y, la penúltima, ¡formar parte del absurdo y pretencioso escudo antimisiles de los USA! Es una actitud despreciable e inmoral, que no hace sino confirmar la peor de las sospechas sobre la verdadera calaña del partido que, en un pasado muy muy lejano, pudo parecer socialista. ¡Y queda tiempo para comprobar si el presidente guarda alguna otra carta que lo empeore aún más!
   Aunque la palma se la lleva el primer ministro portugués, no por traidor (estaba claro a quién pretendía favorecer) sino por lo evidente que resulta en su caso que las medidas contra la crisis económica dictadas por el neoliberalismo solo son medidas para salvar al sistema financiero y no mejorar la situación de los ciudadanos. De hecho ni siquiera son decisiones buenas para el sistema económico capitalista de su país, como demuestra este enlace. ¿Alguien puede creerse que trabajando más horas por el mismo sueldo se puede reducir el paro? Al haber menos días festivos y más tiempo trabajado ¿qué se hará con la sobreproducción de las empresas? ¿Quién podrá asumir el coste de unos productos cuyo IVA sube de forma disparatada? En Portugal subirá el paro y empeorarán aún más las condiciones de vida, no hay que ser adivino para darse cuenta. Y cuidado, que cuando las barbas de tu vecino veas cortar...
   También está este supremo disparate del ABC, que engaña miserablemente al asociar una foto de los "disturbios" de Roma con todas las actividades del 15-O, o este otro de La Razón, que califica las manifestaciones de ese día como un "caos global". Y, por supuesto,  muchas cosas más (y lo que te rondaré, morena).
   Afortunadamente creo que no es solo cosa mía. Somos muchos. 


   Ya no les creemos. Sabemos más de lo que les gustaría y no van a engañarnos. 
   Será difícil. Llevará tiempo. Pero la única manera de arreglarlo es ponerlo todo patas arriba.

sábado, 8 de octubre de 2011

La angustia del recuerdo y la paradoja de la literatura

   Todo el mundo ha tenido conciencia alguna vez de cómo cada momento se convierte inmediatamente en pasado. Comprobar las verdaderas consecuencias del tiempo es un ejercicio que destroza la ingenuidad infantil y lo coloca a uno, por primera vez, ante sus auténticas dimensiones. Suena mejor así:
"Pensaba en Germán, el Tiñoso, y pensaba en él mismo, en los nuevos rumbos que a su vida imprimían las circunstancias. Le dolía que los hechos pasasen con esa facilidad a ser recuerdos; notar la sensación de que nada, nada de lo pasado, podría reproducirse. Era aquella una situación angustiosa de dependencia y sujeción. Le ponía nervioso la imposibilidad de dar marcha atrás en el reloj del tiempo y resignarse a saber que nadie volvería a hablarle, con la precisión y el conocimiento con que el Tiñoso lo hacía, de los rendajos y las perdices y los martnes pescadores y las pollas de agua. Había de avenirse a no volver a oír jamás la voz de Germán, el Tiñoso; a admitir como un suceso vulgar y cotidiano que los huesos del Tiñoso se transformasen en cenizas junto a los huesos de un tordo; que los gusanos agujereasen ambos cuerpos simultáneamente, sin predilecciones ni postergaciones."
Miguel Delibes, El camino

   He leído hace poco el ensayo de Damián Tabarovsky, Literatura de izquierda, y reconozco coincidencias e intereses en sus comentarios sobre el conservadurismo en la literatura actual, contra el realismo tal cual entendido, contra las ideas preconcebidas de lo que es una buena obra. Sin embargo, leer un párrafo como este y, sobre todo, emocionarse con él, hunde cualquier teorización. Porque en esta novela nada pretende ir más allá, todo parece demasiado fácil.
   Y la literatura no puede ser algo tan simple como acertarle de pleno a una sensación. O a lo mejor sí. Tal vez solo exista como paradoja, en una situación incomodísima, en la que debe hacer parecer que el acierto es posible. Y esta tierna habilidad solo la poseen ciertos tipos grises con poderes misteriosos, cosmopaletos que de repente te hacen sentir y recordar cuándo te ocurrió exactamente lo mismo que a Daniel, el Mochuelo.


  

jueves, 29 de septiembre de 2011

Los jacobinos y la nueva aristocracia

   Antes de ayer algunos quedaban estupefactos ante esta imagen:

Bueno, pero no empecemos a chuparnos las pollas (con perdón) todavía

   Deben ser los únicos ingenuos que quedan todavía sobre esta rugosa península. ¿Acaso no se habían dado cuenta todavía de que la clase política comparte objetivos, intereses, dedicaciones y ambientes, que sus relaciones con los dueños de los medios de comunicación y los grupos empresariales y bancarios no son nunca desinteresadas? Aquí está otra prueba, por si acaso.
   Pero analicemos un poco este último asunto. Resulta que Pedro J. Ramírez (más conocido en Twitter como PedroJeta) invitó a los mayores representantes de la nueva aristocracia de la democracia a la presentación de su último ensayo histórico. Sí, es él y no un historiador de pacotilla que ha perdido media vida entre los archivos quien ha descubierto por fin las claves del acontecimiento más importante de toda Francia: la Revolución. Tate.
   Su interpretación de los hechos, como se explica en el enlace anterior, es que la época del terror desvirtuó los logros democráticos de la Revolución, que los jacobinos se cargaron la posibilidad de un liberalismo republicano y tranquilo. Y aún va más allá: asimila la situación española a esa democracia liberal idílica cual balsa de aceite en la que a unos quinquis les ha dado por meter las narices, donde unos desclasados e irrespetuosos han venido a ¡pedir un sistema más justo!
   El título del libro, El primer naufragio, exhibe una metáfora clarísima: los liberales no triunfaron por culpa del exceso de los revolucionarios, que, como los mendigos de Viridiana, querían todo lo que había en la mesa. Y lanza una petición: ahora que sí controlamos la situación (los demócratas, los liberales..., en fin, los buenos) no vayamos a estropearlo; nada de cambios y, menos, radicales, por dios. Atacar a esta clase triunfadora, como dice Esperanza Aguirre, sería un golpe de estado. 
   Quizá sí, pero me da que también se están equivocando a la hora de elaborar la alegoría: ese golpe de estado no sería contra la Asamblea Nacional, sino contra la Corte, que es el papel equivalente a los políticos de ahora. Porque ellos no son los girondinos, sino la nobleza cortesana: pululan por los pasillos de palacio buscando un cargo, cambian de parecer continuamente para mantenerse en el poder (algunos llevan mucho más tiempo de lo que duró cualquier consejero de un rey Luis), sirven a los más poderosos y esperan sus favores. Ellos no discuten qué medidas debe tomar la República, sino que quedaron obsoletos en 1789.
   Puede que los jacobinos no acertaran en algunas de sus decisiones y que finalmente no consiguieran sus objetivos, pero ¿quién puede reprochárselo? Ellos fueron la base de la Revolución partiendo del simple hecho de haberse dado cuenta de la estafa de la sociedad estamental, de que muchos de ellos estaban mejor capacitados que aquellos aristócratas sebosos para dirigir el país y, de paso, cambiarlo por completo y abolir sus privilegios.
   Durante las últimas décadas son los políticos los que se han introducido en una burbuja de privilegios, el Versalles de Luis XVI. ¿Cómo van a acceder a cambiar nada?
   Estos son una muestra de los jacobinos de ahora, a los que teme esa élite:



   Desde luego, quieren revolucionar el sistema, pero no han hablado todavía de cortar cabezas. Soy de la opinión de que la Revolución Francesa habría sido mucho menos importante si los ciudadanos no hubieran condenado a muerte a su propio rey, pero nadie ha agredido en estos últimos meses a ningún responsable político. No es a la guillotina a lo que deben temer. Y eso que tenemos la misma rabia que entonces. O más, porque sabemos qué cosas se pueden conseguir y cuáles son las que nos están quitando.
   Vista la soberbia e incomprensión de nuestra nueva aristocracia, ¿a quién no le dan ganas de gritar, al más puro estilo Espartaco, "yo también soy jacobino"?

martes, 20 de septiembre de 2011

Camino de liquidar la escuela pública

   La educación en España tiene un problema. Tanto la situación actual como el periplo tambaleante de los últimos años provienen de una consideración errónea, pues no se ha asumido un principio básico: que la enseñanza pública tiene que impartirse en igualdad de condiciones, que solo tiene sentido si se aplica estrictamente este criterio. Así, debe atenderse a un alumno con las mismas garantías con independencia de cuáles sean su domicilio, procedencia o clase social. De ahí que se extendiera la obligatoriedad hasta los dieciséis años, que existan becas, líneas de transporte, bibliotecas...
   Resulta inadmisible, por tanto, que un estado capitalista subvencione instituciones privadas de enseñanza. La lógica del sistema permite que existan, claro, pero pagando por sus servicios y no sostenidas por dinero público. La trampa es clara, pues los alumnos de estos centros no son atendidos de la misma manera y las condiciones laborales de su personal son bien distintas, así como su reglamento interno y su proyecto curricular, pero el estado los fomenta y protege como especies en peligro de extinción. Se da la paradoja, además, de que esa subvención está aumentando claramente, ya que las comunidades autónomas prefieren asumir el crecimiento del alumnado por medio de esos centros mientras desasisten a los públicos, llegando a darse el caso de que muchas familias, pese a matricular a sus hijos en centros públicos, ven cómo la propia administración los reconduce a los concertados por falta de plazas. Es este desvío de fondos y la inclusión de los centros privados en la red pública la que genera un agravio comparativo.
   Por supuesto, esto ocurre  únicamente en zonas urbanas bastante pobladas y en etapas obligatorias. ¿Cuántos centros privados hay en zonas rurales, cuántos ciclos formativos de formación profesional sin subvención, cuántas facultades privadas de Medicina? Y, sin embargo, ¿cuántos alumnos de concertado pasan a estudiar bachillerato a los institutos cuando ya no les sale gratis a sus familias? El estado cubre, como es su obligación, toda esa oferta educativa "no rentable" para las empresas, pero, sin embargo, mantiene centros que inculcan una moral religiosa y pagan menos y cargan más a profesores que seleccionan con criterios  arbitrarios (básicamente el enchufe que las oposiciones intentan evitar).
   Es una actuación profundamente hipócrita, como lo es desviar a trabajadores públicos a los seguros médicos privados, permitir que los médicos con sueldo público trabajen en el ámbito privado o privatizar empresas públicas que provienen de monopolios. Es, en el fondo, la política pública de quien no cree en las políticas públicas, de quien pretende mantener los privilegios de las élites. De ahí que la disminución del presupuesto de la educación pública, el empeoramiento de las condiciones laborales de sus profesores o su despido encubierto tengan tanta importancia en un curso en el que hay más alumnos (7.928.727) que nunca. Tal es la actitud de los gobernantes que plantean ya sin tapujos el verdadero objetivo del sistema en el que creen: que la educación deje de ser gratuita (no gratis, sino mantenida con los impuestos, que no es lo mismo) y consagre las desigualdades creadas por el sistema económico; que cada uno pague por lo que usa y no que haya servicios comunes para todos. Cuidado, en la actualidad la escuela es de lo poco aue aún nos ofrece alguna garantía de igualdad.

Con la iglesia hemos topado...

lunes, 12 de septiembre de 2011

Aprender, enseñar

"La educación no consiste en llenar un cántaro sino en encender un fuego"
W. B. Yeats

   Comienza ahora mi séptimo curso como profesor. No es poco, pero conozco gente que ha dado clase durante cuarenta años. Ya es septiembre y, salvo para el protagonista de la canción de Los enemigos, todo vuelve a ponerse en marcha.
   Sin embargo, este no parece un septiembre cualquiera, ya que, al hilo de las últimas decisiones de los gobernantes, la educación está en boca de todo el mundo. Bueno, más bien su presupuesto y los profesores, porque de alumnos o pedagogía no se dice nada.
   Ante semejante situación cabe sentar unas bases y principios sobre cuál es la misión de la educación pública y en qué consiste:
  • Debe garantizar la igualdad de oportunidades entre los ciudadanos, lo que supone que sea gratuita y, a la vez, obligatoria, para disminuir las diferencias de clase creadas por el sistema económico.
  • Debe impartirse en las mejores condiciones posibles (instalaciones, materiales, personal...), pues si no traicionaría el principio anteriormente expuesto.
  • Debe pretender que cada alumno desarrolle sus habilidades para desenvolverse en sociedad, su capacidad de comprender y analizar la realidad y actuar en consecuencia (saber no consiste en conocer datos, sino en pensar y tomar decisiones).
   Teniendo esto en cuenta, el trabajo de profesor exige una enorme responsabilidad porque el proceso de aprendizaje de cada alumno es complejo y heterogéneo y porque de él depende en gran medida su desarrollo personal. Además, es una labor colectiva y en continuo proceso de cambio, adaptación y actualización, lo cual la hace, si cabe, aún más interesante.
   Las decisiones políticas de los últimos años, y especialmente las de los últimos meses, contradicen estos principios y por eso el profesorado está protestando y movilizándose, ayudado por el cuestionamiento que gran parte de la sociedad está haciendo del sistema económico, social y político que nos gobierna e incluso de forma más abierta y reivindicativa de lo que pretenden los sindicatos timoratos, sobre todo UGT y CCOO, que han apoyado varias de las propuestas que han llevado a esta situación. Ellos y todos sabemos que rebajar presupuestos y personal, aumentar el número de alumnos por clase, subvencionar instituciones educativas privadas, apostar por el resultadismo académico y un triste y largo etcétera es favorecer a la élite económica, que siempre estará preocupada por lo suyo (los beneficios del capital) y no por lo nuestro, es decir, lo público.
   Ahora bien, esta traición a los principios educativos básicos debe estar apoyada por los alumnos y sus padres, pues nadie debería estar más interesado que ellos en que mejore la educación pública. La conciencia de que esta es uno de los bienes más valiosos de la sociedad debe propagarse, pues, aun con sus defectos, es imprescindible. Habrá que entender entonces que las huelgas y movilizaciones que se desarrollen no son un perjuicio, sino una lucha por reclamar lo justo y que implica a todos.
No hay revolución sin educación

jueves, 16 de junio de 2011

Un palo entre los radios

   La expresión no es mía. He leído algo parecido en el blog Carnet de paro. Se refiere a que el movimiento 15M está consiguiendo trabar el mecanismo de propaganda que disponen los medios masivos y que tergiversan sitemáticamente la realidad, sobre todo cuando no llega por los canales a los que están acostumbrados y que les sirven directamente en el plato.
   Desde luego no se trata de algo fácil. No hay más que echar un vistazo a los informativos de televisión y los periódicos de los últimos días: los mismos cortes de un ataque a los furgones policiales se repiten hasta la saciedad y no aparece ni siquiera una imagen de una sentada que duró más de doce horas. Por supuesto, no se hace mención al propósito de la movilización y mucho menos a la actuación de la policía secreta infiltrada entre los manifestantes.
   No se puede esperar que los medios masivos den un trato justo y equitativo. Hemos visto ya muchas veces cómo describen las huelgas como actos violentos y sin sentido o cómo desacreditan cualquier movilización en cuanto se producen altercados. Los análisis de los problemas de la sociedad actual son muy superficiales y nunca llegan al fondo del asunto. Nunca se pronuncian contra injusticias que avergonzarían a los grupos de comunicación que los mantienen: la falta de vivienda y la especulación con ella, la pérdida de derechos laborales, la precarización de los servicios públicos, la desigualdad económica que crece en progresión geométrica... Nunca se analizan sus posibles causas ni medidas alternativas a las que proponen PPSOE, BM, FMI, UE, G20 y un largo de etcétera de siglas que representan a la oligarquía de los negocios, la nueva aristocracia que hay que tumbar. 
   Demuestran una gran cobardía con esta actitud, de tal forma que una noticia espeluznante como la visita del presidente del gobierno a Kazajistán acompañado por grandes empresarios se convierte en algo que celebrar. Importa menos que esos empresarios no generen empleo ni riqueza en su propio país, utilicen como comercial al listillo de ZP, que cobra dietas de nuestros impuestos (porra para ver en qué consejo de administración acaba el año que viene), y exploten a los trabajadores de otros por no ser capaces de hacer disminuir sus beneficios (ni hablemos de asumir pérdidas).
   Tampoco está de moda tocar temas sensibles, como la culpabilidad demostrada del presidente de Telefónica en un delito económico (prescrito) o la que se acabará demostrando (también después de haber prescrito; seguro) de Emilio Botín, Carlos Fabra y otro largo etcétera de millonarios. Prefieren que no sepamos, que estemos tranquilos, no vaya a ocurrírsenos cualquier idea descabellada. Como averiguar la verdad y difundirla, por ejemplo.
   Y más aún: ¿alguien ha visto en algún medio nacional información sobre la protesta del domingo contra el pacto del euro o sobre las medidas económicas que ese pacto va a suponer? La búsqueda en Google deja pistas claras: más allá de la información local solo Qué y 20 minutos lo han hecho. Al resto de prensa, radios y televisiones está claro que no les parece un tema interesante.
   Sin embargo, hemos crecido. La gente no es tonta: toma fotos, graba imágenes y edita vídeos. Sabe cómo compartirlos. Escribe mensajes y blogs. Y así consigue llegar a miles de personas. Para convencer al resto ya solo queda la calle. Cualquier persona que no ostente un cargo o no tenga una posición de poder solo dispone de dos medios claros para pronunciarse: un ordenador y la calle. Es ahí donde se puede meter un palo entre los radios para detener la rueda que nos aplasta.
   Va a costar mucho vencer la inercia. Hay que dar pedales hacia atrás hasta romper la cadena. La oportunidad más cercana está aquí mismo. Es este domingo. Yo no me pienso quedar en casa.

viernes, 3 de junio de 2011

Un tipo decente

   Hago un hueco aquí para este poema que escribí hace unos tres años y que, por casualidades del destino, parece ir ganando actualidad en vez de perderla.

UN TIPO DECENTE 

Seguramente usted pueda considerarse
si no un buen ciudadano, un ejemplo,
sí uno decente que cuida de sus hijos,
atiende a las personas que le solicitan ayuda,
se interesa por sus compañeros y amistades,
cumple eficientemente en el trabajo,
respeta las leyes, paga los recibos,
se interesa en cierta medida por los grandes problemas de
la humanidad,
se ofende ante la injusticia,
siente lástima por los desgraciados
y la responsabilidad, de tiempo en tiempo,
de decidir su voto según lo que estima
ser el bien común.

Hasta que un día se pregunte –quizá
primero inocentemente, después
con verdadera curiosidad-
por qué su bondad o su decencia
no se ven recompensadas.
Porque usted ve las noticias, lee
un periódico o escucha
la radio y comprueba
que el gobierno al que votó
no cumple el programa;
que cada vez tiene el deber de sentir más lástima
porque aumenta en progresión geométrica el número
                de desgraciados;
que las empresas con mayor margen de ganancias cada
                vez le pasan facturas más costosas;
que al hacer un bonito regalo a su familiar más querido
le está siguiendo el juego a grandes almacenes, grupos logísticos
                e importadores
que escamotean salud, tiempo y dinero a sus empleados;
que al acabar de colocar una teja del alero de su casa
un chaval boliviano resbaló y murió aplastado contra el suelo
porque el capataz le había insistido que no había tiempo de
                ponerse el arnés que eso tiene que terminarse antes
                del almuerzo o te corto los huevos;
que el tipo que pagaba a aquel chaval 500 euros menos que a sus
compañeros legalmente contratados
había soltado al alcalde de su pueblo otro sobre más voluminoso
para obtener la concesión de la obra de aquellas viviendas
pensadas para familias como la de usted,
perjudicada por el mercado
y la inmoralidad de aquellos
que no usan las casas que poseen.

Entonces reflexiona.
Analiza su propia responsabilidad en los procesos
que tienen como consecuencia tales calamidades
nunca debidamente sancionadas
y descubre
que la única manera honrada que conoce de sacarle algún
                 beneficio a su dinero
son productos financieros que respaldan la actuación de
                 empresas públicas y privadas
que especulan con la energía y los alimentos
y colonizan países llenos de desgraciados;
y que si renuncia a ese beneficio se verá obligado a prescindir
                 de ciertos lujos insignificantes;
y que si, por el contrario, gasta todo lo que tiene, o lo quema,
no podrá cuidar de quien ama;
y que si intenta ahorrar por su cuenta un poco más,
el descenso del gasto y del consumo provocarán
una menor actividad y quizá el cese de negocio
y quién sabe si un número importante de despidos
en los servicios e industrias para las que usted mismo trabaja.
Y su pareja.
Y sus amigos.
La gente del barrio.
Sus compañeros.

O sea, que usted que se creía, si no bueno,
alguien decente, educado, responsable y amoroso
está de mierda hasta el cuello.
Y piensa en lo triste
que es que las cosas funcionen así.
Se siente decepcionado, traicionado por toda
la parafernalia que alimenta sin descanso
este "áspero mundo" que conoce
desde que nació.
Finalmente siente asco, náuseas y tiene
ganas de llorar porque se da cuenta
de que mañana seguirá siendo decente, educado, responsable 
                y amoroso 
porque no le queda más remedio.

viernes, 27 de mayo de 2011

Cosas que han cambiado

   Hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana, fue 14 de mayo de 2011. Parece que ha pasado poco tiempo pero no es verdad. Las dimensiones habituales y conocidas pueden alterarse, pero para ello tiene que pasar algo importante. ¿Qué ha ocurrido entonces? 
Acampada en Ronda. Cada vez mayor.
   El relato de los sucesos de estos últimos días es, por un lado, conocido y, por otro, tan complejo que no debe intentar ser reducido a crónicas periodísticas. Una parte aparece en entradas de este mismo blog y de otros recomendados en los enlaces. Sin embargo, me parece más interesante hablar de cuáles son los logros inmediatos de este movimiento:
  • Reivindicar el espacio público, usarlo como el punto de encuentro natural de la sociedad, entre amigos o completos desconocidos. La plaza es nuestra.
  • Poner en cuestión el orden político, social y económico establecido.
  • Desacreditar el discurso del gobierno, los partidos políticos y los medios de comunicación de masas.
  • Rescatar el valor de lo colectivo por medio de la solidaridad, la colaboración, el debate, la discusión, el conocimiento.
  • Representar las inquietudes de una gran parte de la sociedad, que hasta ahora no las expresaba o lo hacía en círculos restringidos.
  • Propiciar el encuentro de todos los que sentían la necesidad de un cambio radical y los que aún no lo sabían y han tomado conciencia de ello.
  • Ofrecer una alternativa a la transmisión de la información habitual en los medios.
  • Promover formas de organización autónoma y autogestionada.
  • Desobedecer y resistir pacíficamente ante normas injustas.
   Así, en unos pocos días ha quedado claro que el modelo actual de funcionamiento de la política, la economía, la justicia o los medios de información y comunicación está obsoleto. Pertenece a otro tiempo anterior, a ese lejano 14 de mayo en el que nadie sabía exactamente cuántos conspirábamos para salir a la calle al día siguiente.
   Se irán materializando las propuestas y habrá mucho más que contar. Esto es solo un principio, pero no hay posibilidad de vuelta atrás.
   Esta revolución incipiente es verdaderamente popular. Está hecha por gente, es difundida por gente y está en la calle. Imprescindible abrir los ojos, la boca y las orejas. Quien se duerma se lo habrá perdido.

viernes, 20 de mayo de 2011

Indignación provoca desconcierto

   Escucho los anacrónicos anuncios de los últimos actos de campaña electoral. Pasan coches pitando e intentando aprovechar las últimas horas para comprar voluntades con cervezas y regalitos en una fiesta de despedida que se paga con la subvención que reciben de la administración. Evidentemente, aún no se han enterado de nada, pero empiezan a dar ciertos atisbos de miedo porque ven que meses de trabajo burocrático han sido desmantelados en una semana, que nadie escucha ya sus vaguedades y su lenguaje vacío. 
   Están desconcertados, así que empiezan a hacerse los simpáticos con el mismo método de siempre, ya que la originalidad no es su fuerte, igual que el adaptarse a los tiempos. Intentan que los que toman estos días la calle se olviden de lo que acaba de pasar y engatusarlos con nuevas promesas para el trimestre que viene. Nadie los cree y no parece que se vayan a dar cuenta de eso. 
   Sin embargo, ya no va a ser como antes. La difusión inmediata de los comentarios y publicaciones de cualquier persona en la red, sobre todo cuando están interconectadas (y en estos días esa conexión ha aumentado en una proporción impresionante), puede tumbar sus decisiones en minutos, como la de la Junta Electoral. Eso sí, desacreditar el discurso de los partidos mayoritarios durante la campaña ha sido un primer paso, pero solo un primer paso.
   Las instituciones en general, y sobre todo los partidos políticos, tendrán que tomar conciencia de que están siendo supervisados por los ciudadanos y, además, por ciudadanos responsables e inteligentes a quienes han subestimado, que tienen un sentido muy alto de la justicia y lo público. Reconocer eso les va a costar tanto que quizá nunca lo consigan.
   A partir del lunes quizá descubran que para sobrevivir deben autodestruirse. Estaría bien que tomaran ejemplo, tanto ellos como los sindicatos muermos de UGT y CCOO (que tanto han defraudado a los trabajadores en los últimos años) de la organización asamblearia, autogestionada y organizada de forma colaborativa de quienes protestamos. El dinero y la jerarquía no son imprescindibles. Ya es un buen principio. Los escandalizará.


martes, 17 de mayo de 2011

Hasta aquí hemos llegado

"Los tiranos se rodean de hombres malos porque les gusta ser adulados y ningún hombre de espíritu elevado les adulará."
"Movimiento es el paso de la potencia al acto." 

Aristóteles
   Ayer me acercaba a la manifestación convocada en Sevilla por Democracia real ¡ya! con el temor de que los gobernantes y los medios masivos hubieran ganado de nuevo. En días anteriores apenas una nota en Público y una pequeña charla en el programa de radio Asuntos propios confirmaban que algo se estaba preparando. Más allá de eso, y teniendo en cuenta que vivo a más de 100 km. de cualquier capital, no había ninguna señal de que aquello podría resultar, solo un buen número de mensajes, enlaces y fotografías intercambiadas en diferentes herramientas de la web. 
   Un rato después, y sobre todo hoy, está claro que esta vez no han ganado. Y no es cuestión de números, sino de méritos: sin insignias, banderas, siglas, autobuses, publicidad ni cobertura mediática miles de desconocidos dieron por juntarse en la mayor protesta de los últimos años en una España que parecía dormida. La mejor prueba de lo que se ha conseguido es la incapacidad de reacción de aquellos que no se quisieron dar por enterados de lo que pasaba: las patéticas palabras de los políticos del PPSOE al ser preguntados esta mañana, los distintos medios de comunicación quejándose de que no sabían nada después de haber guardado en el cajón los comunicados anteriores, los medios de ultraderecha invocando viejos estribillos sobre los peligros de los manifestantes porque ¡se reúnen en asambleas!
   José Blanco, incluso, se ha permitido llamar "pasivos" a los que nos manifestamos porque no les vamos a votar. Y algunos ya habían hablado de un "movimiento apolítico". Nada más lejos. Lo que ocurre es que el pueblo reclama una política real, en la que las decisiones correspondan al colectivo, donde haya mecanismos de participación directa y los cargos políticos no puedan decidir contra su voluntad.
   No hay nada apolítico ahí, sino una crítica a la inutilidad y la perversión de la política tal y como está siendo dirigida ahora. No hay un movimiento apolítico porque no puede serlo. Cada voto, aunque sea nulo, cada abstención, cada acto público, incluso cada acto de consumo, son política. Cada palabra que se dice o se calla es pura política.

   Aquí todo lo ha hecho la gente. Sola. Y da miedo (les da miedo) porque si la gente pretende hacer algo al margen de los cauces establecidos no se puede controlar (con los medios establecidos). Es decir, con las instituciones, los sermones, las recetas, los discursos, los partidos, los recibos que ahora mismo han demostrado ser útiles solo para los poderosos, los inmensamente ricos y las grandes empresas sin los que el mundo, o de eso creían habernos convencido, no funcionaría.
   Era un hecho demasiado evidente que durante los últimos años el sistema económico, político y social que nos gobierna se ha quitado el disfraz para mostrarse más directamente, en toda su injusticia. Debe haber pobres, muchos pobres, para que sobreviva y mantenga a sus responsables.
   Ellos contaban con tirar de la cuerda hasta que no diera más de sí, forzar sus beneficios apretando la tuerca un poco más. Muy bien, pues hasta aquí hemos llegado.

martes, 10 de mayo de 2011

Casi, pero no

   "No concibo mi vida más que como un encadenamiento de muertes sucesivas. Arrastro tras de mí los cadáveres de todas mis ilusiones, de todas mis vocaciones perdidas. Un abogado inconcluso, un profesor sin cátedra, un periodista mudo, un bohemio mediocre, un impresor oscuro y, casi, un escritor fracasado" (1978)
   ¿Hay este "casi" una secreta consciencia del valor de una obra que nadie pudo leer entonces? He ido dosificando la lectura de los diarios de Julio Ramón Ribeyro, publicados con el título coincidente de La tentación del fracaso, durante los últimos seis meses, pero en algún momento tenía que llegar al final. No recuerdo dónde había leído que este era un libro excepcional, pero sí que me sedujo la idea de leerlo hace ya años. A pesar de que nunca había leído un diario personal y de que los subgéneros autobiográficos nunca me han atraído.
  La experiencia, sin embargo, es inmejorable. Se trata de la "historia" de las dificultades que conlleva vivir, lo que en su caso se identifica con las dificultades para escribir, de las cuales Ribeyro ha acabado representando un paradigma: un tipo desordenado, enclenque, enfermo crónico, funcionario tardío, sin blanca y sin glamour que nunca llegó a la primera división de la literatura a pesar de haber escrito páginas imprescindibles. En su transcurso, aparecen observaciones y reflexiones muy agudas sobre estos dos temas: la literatura, siempre entendida como una opción de vida, y la vida, siempre atendida desde un punto de vista moral, pero con un propósito que nunca llega a realizarse y, por tanto, contradice su propio sentido. 

   El mecanismo del libro es sencillísimo, pero reúne varias obras en su interior: el proceso de amores de un treintañero adolescente, la novela de formación de un escritor, un relato sobre las penurias económicas y la emigración, la crónica de una enfermedad y de un par de vicios y el testimonio imprescindible de un secundario de la época del boom latinoamericano. El diario, que abarca de forma intermitente anotaciones separadas por casi treinta años, va transformándose con el paso del tiempo, de tal forma que en su segunda mitad, a partir del año 65, lo anecdótico y lo reflexivo van entrelazándose hasta dar con una manera insustituible de decir, que se va perfeccionando de forma casi imperceptible hasta para el propio autor. En ese proceso su escritura cada vez asombra e impresiona más, pues su visión de la propia vida no es nada condescendiente ni vanidosa, acercándose, sin saberlo, a su propio ideal de literatura, pues afirma que "una experiencia personal de la realidad, aquello de intrasferible y de único, es lo que da valor a un libro" (pág.448.)
   Ese valor es algo que nunca pensé encontrar fuera de la ficción (aunque fuera la de la poesía) y menos en una historia verdaderamente íntima, pues la materia del diario no va más allá. Él mismo reconoce que apenas hay hechos externos de importancia, sino que todo el texto está en función de detalles nimios y revela la pura necesidad de explicar lo que siente.
   En este sentido, en el texto hay momentos duros y hasta crueles y un sentimiento impresionante de culpa ante La Obra que nunca llega, pero predomina una sencillez encantadora. Eso sí, las curiosidades filológicas habrá que buscarlas en otros, pues esta es una obra mayor y su lectura debe dedicarse a tareas más importantes.

   Os dejo con algunos fragmentos que no me puedo resistir a copiar y que espero que sirvan para demostrar que su genialidad no se queda en un título espléndido:

Guardamos todos un libro, tal vez, un gran libro, pero que en el tumulto de nuestra vida interior rara vez emerge o tan rápidamente que no tenemos tiempo de arponearlo.
El tiempo, las lecturas, lejos de traerme certezas me han sembrado de dudas.
Seres imperfectos viviendo en un futuro imperfecto, estamos condenados a encontrar solo migajas de felicidad.
Una novela no es como una flor que crece sino como un ciprés que se talla.
Si alguien quiere honrarme cuando desaparezca que me lea o me comente. Nada de flores o discursos delante de lo que no existe.

jueves, 28 de abril de 2011

Vilas, Terranova y la casualidad

   El mes pasado leí dos novelas que permiten trazar ciertos paralelismos interesantes para la evolución de la literatura actual en castellano. Sin embargo, ninguna era reciente: España, de Vilas (DVD, 2008), lleva casi tres años publicada y acaban de sacar una segunda edición visto que se ha agotado la primera (salvo el ejemplar que yo encontré en la FNAC de Sevilla); El caníbal, de Terranova (Baladí, 2010), es del 2002, pero ha sido publicada hace un año en España. Prometo que no puse ninguna intención especial en secuenciar esas lecturas, pero las casualidades que se provocan al leer son parte, seguro, del placer que se siente cuando se descubre cómo un libro te lleva a otro y este a su vez...
   Bien, el caso es que en ambas se cruzan ciertos elementos propios de la narrativa actual: la aparición de recortes, fotos, hiperenlaces, la brevedad de los capítulos... Pero me interesa más destacar sus dos puntos en común: la representación de la realidad y la ironía.
   En el caso del primero debe considerarse que ambas novelas llegan a una misma meta partiendo de presupuestos prácticamente contrarios. La mezcla de realidad y ficción de Vilas consiste en dar por perdida una apariencia de realidad convencional mezclando referencias temporales futuristas y alusiones al presente ("la España de los viajes en trenes de Alta Velocidad" es la de Juan Carlos II, por ejemplo) o desarrollando historias delirantes cuyos protagonistas son personajes reales, incluidos el propio Vilas y su editor.
   En El caníbal, la realidad está conformada por una serie de recortes de periódico reales (la mayoría noticias de sucesos) que son propuestos por un escritor veterano (Villegas) al Terranova personaje como la verdadera literatura que merece la pena leer, pasando a ser el escritor un mero editor de lo que ya forma parte de la realidad aunque cueste creerlo (cualquiera lo diría al leerlos, desde luego, y ahí está la gracia). Aquí, evidentemente, aparenta ser más real la ficción de los personajes que la narración de los periódicos.
   En ambos casos, pues, lo real pierde sentido porque deja de ser creíble, pero también la ficción compuesta de esta manera deja de parecer una simple invención. Evidentemente este juego adquiere cierto valor al burlarse a la vez de la no-ficción y de la ficción tradicional y desenvolverse entre distintos materiales, datos, referencias y alusiones con total libertad, lo que nos lleva a un componente fundamental: la ironía que ambas narraciones despliegan hacia esa realidad difícil de creer o demasiado basta como para querer que sea cierta. Llama la atención, además, que esa ironía aluda tanto al mundillo literario (metaficcionalizando la publicación de los dos libros que tienes entre las manos) como a la realidad cultural, social y hasta política de los dos países en los que fueron escritas. Sobre todo en el caso de España, hay un humor muy fino y mal intencionado que aún no había encontrado en la literatura española y que, desde luego, la hace original y divertidísima.
   Como muestra, dos párrafos:
"España es un país de un cierto nivel alto de prosperidad, a la vez que es un país mediocre. La literatura del Escritor no era consciente de eso. Se comportaba esa literatura como si el Escritor hubiera nacido en Estados Unidos, o en Inglaterra, o en Francia. Su literatura pertenecía a las sociedades en combustión, en ebullición, no a sociedades conspirativas, grises, acabadas, llenas de instituciones, pero no de vida, llenas de oficialidad, pero no de inteligencia crítica."
"Era verdad. Era mentira. La Argentina existe, pero en los diarios. En el lenguaje, en la idea, en el mito. El mito Argentino. ¿Dónde está? ¿Qué quedó de ese mito? El mito de la especulación, el mito del pecado original, el mito de la pampa, el mito del dorado, el cuento del tío, el chanta, el negrero, el que se quiere salvar, el reventado, la plata dulce, la patria viva, viva la patria, viva la pepa, la patria financiera, la patria capicúa, la tierra de los padres, Pedro de Mandoza, Mariano Moreno, San Martín, Sarmiento, Facundo, Martín Fierro, Don Segundo Sombra, los inmigrantes, Perón, mil veces Perón, un millón de veces Perón, el trabajo, el laburo, el yugo, yo no hice la plata trabajando, hacerse la América, hacerse la Europa, hacerse la paja. La muerte. Alfonsín. Menem. De la Rúa. La hiperinflación. La convertibilidad. La deuda. ¿Qué carajo me importa?"
   ¿No es casualidad?
Símbolo del progreso nacional

domingo, 10 de abril de 2011

Lágrimas de Portugal

Cabo Sao Vicente
Ó mar salgado, quanto do teu sal
Sao lágrimas de Portugal!
Quem quer passar além do Bojador
Tem que passar além da dor. (1)
    Mar português. Fernando Pessoa.

   No puedo evitar que entre las noticias de los últimos días una me haya afectado mucho más: la bancarrota de Portugal. No son tiempos para equiparar desastres, pues hay de sobra, pero el sentimiento apremia.
   Portugal es mi casa. Realmente mi patria, si es que existe, ocuparía una buena parte de su territorio. Sé que estoy volviendo a ella cuando paso su frontera, esa raya que apenas separa nada, y sigo sintiendo al hacerlo una emoción particular. A pesar de haberla cruzado más de cincuenta veces. Da igual que sea a través del Duero, el Tajo, el Miño o el Guadiana. Cuando la mayoría solo percibe un cambio en la tipografía de la señalización, las matrículas y el precio de los carburantes yo noto que vuelvo a mi tierra, tanto como cuando veo después de meses los álamos de las riberas del Duero y el Pisuerga.
   ¿Una explicación? Puedo dar razones más o menos comprensibles: allí aprendí a vivir por mi cuenta, me enamoré, y asumí una segunda lengua. Pero hay algo más. Conecto con su literatura, con cierta estética y forma de ser o de comer, con sus palabras... Quizá sea difícil de entender, no lo niego, pero en esto tuvo que haber alguna predestinación o una familiaridad genética perdida: desde que llegué me sentí así. Allí todo parecía más hermoso. Vaya a saber por qué.
   Siento, eso sí, que es un país que la mayoría no valora como debiera, sobre todo en España e incluso en Galicia, con quien la relación es tan estrecha. Una tierra que los extranjeros no han intentado comprender y que los españoles olvidan nada más cruzar esa raya imprecisa entre los montes. Recordarán todos vagamente lo buenos que estaban el pescado y el vino, la arena magnífica o las visitas monumentales, pero poco más.
   Sin embargo, y aparte de la mitomanía a lo Kafka que ahora se despliega con Pessoa, sin duda el mejor poeta de la historia, ¿qué sabemos de José Afonso, de la Revolución de los claveles, de los viajes oceánicos del s. XV, de Eça de Queiroz, de Salazar y su dictadura, de Gil Vicente, de los partidos que tienen representación en su parlamento, de Miguel Torga, de la pronunciación de sus palabras?
   Ahora recorre los diarios el temor de que los bancos españoles se vean afectados por la quiebra del estado portugués. De hecho, el préstamo usurero que va a desangrar a los portugueses servirá en gran parte para cubrir sus fallos. Preocupa que pierdan las mismas empresas españolas que han comprado un buen pedazo de las portuguesas para ampliar mercado. Pero no nos engañemos. Si Portugal ha quebrado ha sido con el empujoncito necesario de todos los demás y, sobre todo, de aquellos a los que beneficia que Portugal sea hoy un país bastante más desigual (y, por lo tanto, empobrecido) que hace veinte años.
   Portugal ya intuía hace tiempo que Europa no los consideraba dignos de su club. Nadie se interesaba por ellos y por eso buscaron el mar, el horizonte. Armaron ruido, pero no fue suficiente. Y eso que sufrieron una de las dictaduras más duras de las que surgieron con el fascismo de entreguerras (que por cierto detuvo y entregó a muchos españoles) y supieron acabar con ella mediante una revuelta de las capas bajas del ejército apoyada por ciudadanos hartos. Ya nadie comenta ese valor único en la historia, como toda la cultura desarrollada de espaldas al continente. 
   Sin embargo, como España, se fue empequeñeciendo y asumiendo los mazazos de los siglos. Desde luego, por culpa de la soberbia e incapacidad de sus dirigentes. Como España, creyó despertar varias veces, a principios y a finales del XX. Pero todo, una vez más, era mentira. Como en España.
   Nuestras fatalidades son hermanas.
A Deus as maos alçamos.
Mas Deus nao dá licença que partamos.
Há doenças piores que as doenças. (2)

lunes, 4 de abril de 2011

Resentidos

   Tomo prestado el que sin duda es uno de los mejores nombres que nunca ha tenido un grupo de rock para referirme a la última novela de Rafael Reig, Todo está perdonado, Premio Tusquets.
   Son resentidos quienes están enojados por algo y, de alguna manera, heridos en su dignidad. En este caso, la "resentida" es una chacha, Rosario Valverde, una criada de las que proliferaron durante la posguerra para servir a la "clase media", solo que en vez de limitarse a actuar como Gracita Morales, desarrolló una peligrosísima conciencia de clase, en parte por herencia familiar. Ella es el personaje que sostiene una trama que no es tan policiaca como parece en un primer momento y de la que ni siquiera Rosario es totalmente protagonista.
   En realidad esta trama consiste básicamente en la historia de una familia ejemplar de las que han dirigido el país desde hace seis o siete décadas, aunque su ejemplaridad se verá trastornada con el cambio de los tiempos, haciendo que algunos de sus miembros tomen caminos imprevistos, salgan rana o desarrollen tremendas insatisfacciones. Así, en un principio pocos días anterior al final, el patriarca de los Gamazo ve cómo llega el fin de su saga en un acto terrorista más bien azaroso y desesperado, fruto precisamente de "la lógica del resentimiento". Sus hijos, finalmente, no han ganado lo que se les prometió.
   Durante la narración se mezclan sin un orden previsto ni proporcional fragmentos de los dos tiempos que la novela recorre: el pasado de siete décadas de los Gamazo (pero sobre todo los años 60 y 70) y la investigación de ese atentado realizada por Carlos Clot durante la Eurocopa de 2008. Para unir estos fragmentos (pues los capítulos son generalmente escenas sueltas) los personajes se repiten, de tal forma que todos los que tienen importancia en la historia actual formaron parte del mismo pasado y, además, deben rendir cuentas con sus errores de entonces, lo que permite cerrar el círculo.
   De esta forma, la novela parece no tener una disposición concreta sino más bien aleatoria. Sin embargo, todos los hechos encajan en una historia que siempre permanece oculta pero es fácil de interpretar y construir para el lector; en la que el fondo de los personajes se revela a partir de momentos muy concretos de sus vidas que los marcan para siempre.
   Pero ¿de dónde ha salido el resentimiento que trastoca la historia íntima y la oficial?
   "Fuera, más allá de la inmensa clase media, sólo había aristocracia decadente y obreros resentidos, príncipes y mendigos, visones y harapos" (pág. 188).
   La cita representa la visión del vencedor, de los Gamazo, es decir, de aquellos que deben disimular cuánto se están beneficiando (ellos, sus clanes y su clase) de una situación injusta como lo fue el marco social, legal y político de la posguerra, para identificarse con una mayoría ideal que, en realidad, no era más que una aspiración de bienestar. Su pecado se diluye cuando se disfraza de mérito propio ante las esperanzas de los de abajo. Como ellos también aspiran a ese nivel de vida, la culpa acabará alcanzando a todos. Y la única forma admitida públicamente para la remisión de semejante falta es el perdón total, colectivo, universal, que propician ciertos acontecimientos reveladores y milagrosos: la transición, las victorias deportivas.
   Reig nos pone en la tesitura de interpretar la última etapa de la historia de España (transición y democracia en los libros de texto) como la época en que una enorme bula hizo borrón y cuenta nueva con los privilegios y las injusticias del pasado, como si el cambio de sistema político supusiera formatear la memoria de todos los implicados. Pero también coloca en ese panorama a alguien que va contra corriente y no acepta el tratado de paz simplista que se firmó entonces.
Del que ganó la guerra al que ganó la paz

   De hecho, cada personaje es una interpretación de esa historia colectiva. Todos tienen una culpa que los persigue y una justificación, aunque los pecados de la sociedad estuvieran ya perdonados. Algunos, incluso, merecen una redención que abra las puertas a un futuro no ya mejor, sino simplemente digno. Ellos son la mejor creación de la novela, aunque pueden añadirse otros méritos que me obligarían a extenderme demasiado. Enumeraré los más destacados:
  • Una versión ficticia de la historia reciente de España que, sin alterar su significado global, ayuda desde la ironía a reflexionar sobre la situación actual y los caminos que han llevado a ella (la adhesión a la OTAN implicó una dependencia política de Estados Unidos y la adopción del inglés como lengua oficial, los problemas de abastecimiento de petróleo hizo que se construyeran inmensos canales, incluso atravesando Madrid...)
  • La mezcla de esta historia ficcional con la historia real y los referentes, personajes y escenarios concretos, sin abundar en detalles innecesarios, ya que son perfectamente reconocibles.
  • A este propósito corresponde la inclusión de textos reales, un contrapunto impagable tanto para los hechos como para su significado.
  • Y, como resultado de esta combinación, varios episodios delirantes, como la conversión general al catolicismo a partir de un mediático milagro de escalada y la celebración de la victoria en la Eurocopa.
   En la práctica lo que ha conseguido Reig es conjugar perfectamente lo satírico, lo simbólico y lo realista, lo individual y lo colectivo. Sin embargo, hay diferencias. Si la ironía del título reivindica la revisión del perdón colectivo posterior a la dictadura, tal vez las culpas individuales merezcan otro final.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...