jueves, 1 de octubre de 2020

Para siempre ¿o no?

  Un ensayo sobre Sinfín, de Martín Caparrós


El futuro fue. / Desapareció, / si es que alguna vez / estuvo aquí conmigo.”

Josele Santiago (Siete mil canciones)



1. UN TERRITORIO IMPRECISO


   “¿Quieres vivir para siempre?” Esta frase escuchada en el tramo final de la película Conan, el bárbaro dejó alucinado al chaval de ocho o nueve años que era yo en una de esas noches memorables. Una cinta de VHS alquilada en aquellos prósperos videoclubs de los 80. Un mundo primitivo, violento y brutal. Y un personaje femenino osado y sin complejos que empujaba al simple y fortachón Shwarzenegger a una misión suicida de justicia y venganza. Entonces, esa frase. Grabada en la memoria. Perturbadora. Calando a un niño que no estaba preparado para semejante descarga. Que no entendía. O tal vez sí, y de ahí la persistencia de su eco. Un regalo más de la desordenada cinefilia de mi padre, despreocupado por las recomendaciones de las autoridades competentes para la edad del público de ciertos filmes. Que aceptaba a aquel infantil compañero de butaca incluso habiendo comprobado que de vez en cuando la potencia de las imágenes no me dejaba dormir. Así, en el cine de verano, en una sala o en casa. Como ocurrió con otra decena de películas de impresión imborrable. Irresponsabilidad o inconsciencia, vete a saber. El caso es que en aquella entre los cientos que vi de niño esa frase ha quedado ahí. La recuerdo bien, más de treinta años después. ¿Por qué?

   No he vuelto a ver la película ni he buscado la línea de guion exacta ni el nombre del personaje o la actriz que representaba su papel. No he sentido la necesidad. Pero sé que de alguna manera esa frase hizo saltar un mecanismo, me lanzó a pensar, con toda la ingenuidad y rudimentos de la edad, en ese territorio impreciso del futuro. Ese futuro que ocurrió hace milenios en Stars Wars, que estaba a la vuelta de la esquina en 2001, la frontera recién traspasada en los calendarios de Blade Runner.

   Es difícil determinar el momento en que alguien piensa por primera vez en lo que vendrá. Y, sin embargo, nada más natural, hasta doméstico. Pongamos que fue entonces, con esa frase. A pesar del mundo mítico y maravilloso que recreaban las imágenes, en nada comparable a la calle recorrida a diario, tu casa, tu colegio. Guerreros, poder, magia. Otro mundo. Al fin y al cabo, en eso consiste la ficción. ¿Pero por qué daban más miedo, inquietaban la visita de Terminator, las dudas existenciales de Robocop, Los Ángeles de Rick Deckard, el viaje espacial de la Discovery o el octavo pasajero?

   Incluso cuando adolecían de defectos típicos de serie B aquellas películas introdujeron en mi generación un imaginario futurista desencantado, problemático y apasionante. En efecto, la ciencia ficción nos llegó en películas y series antes que a través de los libros. Una marca de la época, supongo. Una moda, también, que hasta se introdujo en la comedia con Alf o Marty McFly o versionó clásicos en anime como Ulises 31. En cualquier caso, un primer universo alejado de Disney, un paso adolescente sin rumbo fijo, pero que sospechaba de las varitas mágicas, las hadas, las princesas y todo lo demás. Tal vez por eso nunca nos convenció del todo Harry Potter. Tal vez por eso no me trague Juego de tronos y sí Black Mirror.


2. LO PROSPECTIVO


   No quiero despreciar con esto lo maravilloso ni lo fantástico ni descartar sus logros literarios. Simplemente, constatar la diferencia. A pesar de que mi generación llegó antes a la ciencia ficción por las imágenes que por las palabras, los mundos creados dentro de este género para el cine o la literatura siguen reglas similares. Mientras la verosimilitud de los relatos de fantasía es autónoma, es decir, depende de la creación de un mundo cuyas normas no se corresponden con la realidad empírica, la de la ciencia ficción explota la posibilidad de que su mundo exista siguiendo los mismos parámetros que hoy se consideran válidos. Imaginación razonada, pues, sobre todo cuando entra en el terreno de lo especulativo o “lo prospectivo”, como prefiere llamarlo Fernando Ángel Moreno, uno de los mayores especialistas en la materia.

   En su manual, Moreno (2010: 177-180) describe las características de la narrativa de ciencia ficción, haciendo hincapié precisamente en que establece un pacto de ficción diferente al de lo fantástico y lo maravilloso y, por supuesto, al del realismo, así como busca un efecto diferente en el lector (que también es aquel niño, temprano espectador de cine), lo que denomina “catarsis cognitiva”. La literatura de ciencia ficción no pretende que el lector se asombre ni causarle el desasosiego inherente a todo misterio inexplicable, lo que sería propio de la literatura maravillosa y fantástica, respectivamente. De hecho, la especificidad de la ficción prospectiva es la tensión que se establece entre el mundo real y el ficcional, ya que este debe ser plausible y verosímil en cuanto que el lector acepte la posibilidad de que una novedad o nóvum altere la realidad por él conocida, bien en un futuro próximo o lejano, bien en un presente o pasado reciente alternativo (Moreno 2010: 194-195). El resultado de la introducción de este “elemento insólito” es un “extrañamiento” del lector que, sin embargo, “queda en un segundo momento explicado con el recurso al discurso científico-tecnológico” (Córdoba 2011: 72).

   Así, bien sean los viajes en el tiempo, el contacto con una civilización extraterrestre, la existencia de ciborgs o los viajes intergalácticos, el nóvum de una novela de ciencia ficción debe ser asumible en cuanto consecuencia posible de un hallazgo científico o tecnológico desarrollado desde el presente que comparten autor y lector. El relato, en consecuencia, especula sobre lo que pasaría o habría pasado si tal o cual cambio tuviera o hubiese tenido lugar. ¿Es esto lo que lo hace más inquietante? Recordemos que hay una justificación científica, más o menos cercana al propio discurso de la ciencia, tras la trama de El extraño caso del Doctor Jekyll y Mr. Hyde, de La guerra de los mundos, de La invención de Morel y de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, pero no en Drácula, La metamorfosis, El señor de los anillos, El león, la bruja y el armario, Alicia en el país de las maravillas o La autopista del Sur. Por mucha variedad que podamos encontrar entre los ejemplos de esta lista, la suposición de que los hallazgos científicos condicionan los hechos del argumento es capital en esta distinción. De ahí el nombre del género, por supuesto.

   Pensemos de nuevo en aquel niño. Años después de ver Conan, el bárbaro, leyó Frankenstein, de Mary Shelley. Más allá del icono desgastado y hasta parodiado del monstruo con tornillos, ¿qué lo embauca o aterroriza? No son las descripciones eludidas por los narradores, pues a la “criatura” no se le pone ni nombre. Algo, sí, la trama angustiosa, autodestructiva para ambos, creador y creado, la persecución incansable hasta el confín del mundo. Pero, sobre todo, la potencia de ese nóvum universal y, hasta hoy, de una vigencia sorprendente. La especulación ficcional de esta novela la coloca como piedra angular del género: ¿y si alguien hubiera tenido la posibilidad técnica, por medio de una ardua investigación científica, de crear un ser vivo nuevo?; ¿podría razonar?; ¿podría convivir con los seres humanos?; ¿qué consecuencias tendría su diferencia, su carácter de único representante de una nueva especie?; ¿o sería en realidad como nosotros?

   Doscientos años después, el eco de estas preguntas sigue retumbando. Quién no ha empatizado con la terrible soledad de la criatura desterrada, su resentimiento universal, su ansia vengativa; quién no ha sentido la culpa del genio irresponsable de Victor Frankenstein. Este es el poder que la ficción prospectiva es capaz de desarrollar, su típica tensión entre el mundo real y el posible, que, un paso más allá del nuestro (o en un lugar paralelo alternativo), conlleva una reflexión sobre el presente que es la marca del género. No en vano, ¿quién no ve la sombra de la criatura de Shelley en el replicante Roy Batty mientras pronuncia el monólogo más recordado de la historia del cine? ¿O es al revés?



 

   No quiero decir que otras reflexiones no puedan darse a partir de los mundos posibles creados desde otros géneros ni que toda la literatura de ciencia ficción mantenga la misma vigencia. Solo que esta es una característica propia, pues ningún otro tipo de ficción “trata de la construcción de un momento hipotético” (Córdoba 2011: 54) o se basa en

una contraposición entre dos instancias temporales: el presente histórico […] y la transposición ficcional de las condiciones predominantes en ese periodo a otro tiempo, usualmente el futuro (Cano 2006: 60).


   De ahí la “actitud crítica” que resulta tan interesante para el lector, pues permite plantearse dilemas y explorar significados que, de otro modo, serían pura abstracción. El poder de la imaginación prospectiva puede llegar hasta el punto de crear el término “robot” antes de que exista la máquina real que merezca tal nombre (Čapek) o formular las leyes de la robótica por primera vez en un relato (Asimov).

   Estas características del género lo hacen especialmente atractivo para plantear problemas contemporáneos, más aún en este maremágnum en el que la innovación tecnológica parece haberse independizado de la propia ciencia y acelerado su ritmo. Planteémonos, por ejemplo, cómo será entonces nuestro mundo en 2070. Pero no en series británicas como Years and years o Black Mirror ni en películas de Hollywood como Interstellar. En una novela. En castellano.

3. BURLAR A LA MUERTE


    Publicada hace apenas unos meses, Sinfín es la última novela del argentino Martín Caparrós, nacido en 1957. El relato es la transcripción de la investigación periodística que la “relatora” Lin Antúnez desarrolla durante tres años, entre 2069 y 2072. Su objetivo es reconstruir la verdadera historia de ‘tsian’1, la mayor innovación de la historia de la humanidad, la que ha terminado por cambiar la historia del mundo en las últimas décadas, desde mediados del s. XXI. Y ¿qué es ‘tsian’? Nada menos que la posibilidad de transferir la mente de un ser humano a una máquina, un repositorio, una especie de disco duro, para que, así, abandone definitivamente su cuerpo y, en lugar de morir, siga viviendo indefinidamente en una realidad virtual previamente diseñada. ¿Para siempre?

     Tal es el centro del nóvum que plantea Caparrós en la novela. Algo tan desmesurado como una eternidad de facto, la burla definitiva de la muerte. Lin Antúnez narra la historia de ‘tsian’ desde la atalaya del éxito incontestable de la nueva técnica, que ha cambiado el paradigma de la historia. Pero, incluso desde ese punto, se cuestiona: ¿quién y cómo inventó ‘tsian’?; ¿cómo y por qué se expandió su uso? Y, claro, para averiguar, siguiendo la técnica de los antiguos periodistas, tiene que preguntar. Preguntas incómodas, seguramente, para una sociedad ensimismada ante el nuevo futuro.

    El lector recorre las páginas del extenso reportaje que incluye entrevistas, declaraciones, sumarios de hechos “históricos” y reflexiones mientras descubre cómo ha sido la evolución del medio siglo de futuro que le espera y, sobre todo, la génesis y triunfo de ‘tsian’. ¿Cómo ha sido posible? El hallazgo no es, desde luego, fruto de la magia, sino de las investigaciones de ciertos oscuros científicos, de ahí que la novela utilice sin dudarlo las convenciones del género, no solo por situar al narrador en una perspectiva futura de cincuenta años, sino también por explicar cómo se llevó a cabo el descubrimiento. Esa parte razonada de la imaginación, ya se ha advertido, es clave en este tipo de ficción.

    Así, Lin Antúnez relata sus pesquisas sobre el proyecto, los experimentos, la investigación y el desarrollo de esta técnica de transferencia del cerebro. Y lo que la relatora averigua contradice (la finalidad del oficio de periodista es, en todo momento, uno de los motores de la novela) la versión oficial, conocida como “La Más Bella Historia”. Por su final feliz, se entiende. Un relato casi mítico, de sacrificio y audacia, que encumbra a la fundadora e inspiradora del proyecto: Samarin Ben Bakhtir, Samar. Y, como tal, un relato parcial e interesado que pretende liberar a la humanidad de cualquier cargo de conciencia por los métodos empleados en su desarrollo.

    La historia, veloz y absorbente, se despliega desde la década de los 30 hasta el presente de la narradora, unos treinta y cinco años de tentativas, vaivenes, obstáculos, cambios de propósito, gestión, alcance y difusión. Desde los experimentos criminales en la sórdida clínica de Badul en Patagonia hasta el “’Tsian’ para todos” proporcionado por los estados a partir de 2059 (China, claro, fue la primera), pasando por la elitista empresa de Torino en la que empiezan a transferirse por cifras astronómicas y a cuentagotas los cerebros de algunos millonarios.

    Pero tan apasionante como la trama que va siguiendo las vicisitudes del mayor invento de la humanidad es el descubrimiento progresivo que el lector va realizando de la historia que le espera, de todos los cambios que el mundo experimentará en las próximas décadas. Esta operación de lectura que propone Caparrós, una indagación sobre el porvenir de la humanidad, es, en el fondo, como siempre en este género, una pregunta sobre la actualidad. Porque

La obra de ficción del futuro se esconde tras el presente: se subordina a este; y de alguna forma borra su artificio al ofrecerse como una nueva continuación de la “realidad” en la esfera literaria, una mera continuación lógica y casi automática de procesos y fenómenos identificables en el presente (Córdoba 2011: 106).


   He ahí el efecto de la ciencia ficción sobre el lector, obligado por el texto a examinar el futuro planteado como “continuación lógica” de su mundo y, por lo tanto, a reflexionar sobre los aspectos de este que determinarían dicha deriva histórica. Sobre todo, y de ahí que predomine esta posibilidad tanto en la narrativa como en el audiovisual, en el caso de que sea un futuro poco halagüeño. No obstante, el autor debe poner cuidado en lograr que tal proyección resulte lógica en el relato, creíble. Si no, el pacto de lectura sería otro. La expectativa, diferente.

4. PORVENIR


   ¿Puede, entonces, resultar verosímil el futuro? Creo haber explicado más arriba que esa es precisamente la característica fundamental de la ciencia ficción, sobre todo cuando tiende al relato especulativo, cuando realiza una “prospección” en el tiempo para construir una alternativa plausible para el lector. Y si el mundo de Sinfín resulta verosímil, ¿cómo lo ha conseguido su autor?

   Su imaginación extraordinaria ha dispuesto cambios radicales en el futuro próximo, pero siempre dejan la sensación incómoda de que son cambios, por qué no, posibles y hasta lógicos. Por trágicos o asombrosos que parezcan ciertos acontecimientos, la formación periodística e historicista de Caparrós ayuda a construir un mundo alternativo que, por desgracia, no resulta descabellado. Muchos de ellos son, desde luego, consecuencia de las dinámicas geopolíticas, sociales y económicas que hoy se pueden vislumbrar, pero en realidad afectan a toda una concepción de la vida humana, puesta en cuestión.

   El relato proporciona a estos cambios el estatus de los hechos históricos, ya que aparecen sumariamente narrados por una voz, la de la relatora (periodista en un futuro en que este oficio no se entiende como tal), que con cierta frecuencia se dirige a los lectores para decirles que “todos ustedes saben” (pág. 235). Esto es, Lin Antúnez reconstruye la historia de ‘tsian’ contra la versión oficial, pero al situarla en el contexto histórico la relaciona con acontecimientos de sobra conocidos por todos sus lectores, los narratarios de 2072. Luego nosotros, lectores de 2020, no tenemos más remedio que asumirlos, más allá de que ninguno de estos hechos, a pesar de su trascendencia, pueda alcanzar la espectacularidad y el impacto de la invención del paraíso (eso significa ‘tsian’ en chino) en la Tierra.

   Página a página y de forma progresiva, tal y como es propio de la retórica del género según Moreno (2010: 230), estos cambios contextuales producidos en el futuro se van introduciendo en paralelo a la historia de ‘tsian’ con una naturalidad pasmosa, pues se dan por sobreentendidos para los narratarios del texto de Lin, introduciendo, como se verá más abajo, términos inventados y modificaciones de los ya existentes. Además, se van colando algunas referencias a personajes reales, como el Papa Bergoglio o Xi Jinping. Veamos un resumen de esta historia abreviada del s. XXI:

  • Clima: la temperatura del planeta sube definitivamente; el cambio afecta a las regiones templadas, Europa sobre todo, pero se desarrollan nuevos sistemas de refrigeración que permiten continuar viviendo en lugares muy calurosos. Surge la selva en la Patagonia y el desierto en el sur de Europa. El turismo de playa se desplaza… al Báltico.

  • Tecnología: numerosos inventos y técnicas son imaginados sobre la evolución de los ya existentes; así, la Trama sustituye a internet, pues supone un sistema más complejo de relaciones comunicativas y almacenamiento de toda la información existente; las “holos”, que desarrollan el concepto actual de lo audiovisual y se convierten en el formato de relato universal; los “quantis”, sustitutos de los ordenadores; los “kwasis”, primeros robots; los viajes en drones o conducidos por robots choF; la comida “autónoma”; el programa Trad, que elimina a los intérpretes gracias a su “panlingua”; los “intras”, dispositivos intraoculares no solo para ver mejor, sino para registrar lo que se ve y analizarlo; los “truVí”, especie de entornos virtuales que añaden sabores, olores y tacto a lo audiovisual, y que acaban sustituyendo al sexo en presencia, los viajes…; el recambio de órganos del cuerpo para alargar la esperanza de vida más allá del siglo; y, finalmente, la “reVida” customizada en que consiste ‘tsian’.

  • Política: los estados se desploman ante el poder de las Corpos; medievalización (división nacional y regional) de Europa; supervivencia de las grandes capitales, aisladas del resto; creación de Tainam, Latinia y de un nuevo Estado Brasiliense; poder de China e India, sobre todo la primera, único estado “fuerte”; emigraciones masivas, la mayoría desde África; división del mundo y abandono definitivo de los “incontables”, los cientos o miles de millones que quedan fuera de los avances tecnológicos y viven en territorios devastados.

  • Economía: la robotización conlleva una pérdida masiva de empleos, por lo que se generaliza la rentUn, un subsidio por no trabajar, pero que apenas permite alguna expectativa; la imposición de China como único estado fuerte generaliza el yuan como moneda; la comida “autónoma”, artificial, conlleva el desprestigio y abandono definitivo del campo y sus actividades.

  • Sociedad: normalización del cambio de sexo y reestructuración del género en “hombres, mujeres y fluides”; reivindicaciones ligadas al derecho a una #VidaMásLarga, primero y a ‘tsian’ más tarde; aislamiento de los cuerpos frente a la realidad, tendencia a “alejarse” (pág. 46) de ellos, virtualizarse; nuevas doctrinas filosóficas sobre la muerte, “inmortalistas”, “maquinistas” y los “Perfes”; extinción de la palabra escrita, que la narradora conserva como “vieja tradición” (pág. 95); relativismo absoluto ante la inmensidad de la información en la Trama; caída definitiva de las religiones ante la general no aceptación de la muerte; no obstante, la Guerra de Dioses entre “islamos” y “catolos” hasta la imposición de ‘tsian’, fanatismo.


   Tal es el nóvum propuesto por el autor. Una imagen de un mundo cambiado pero reconocible, perturbadoramente familiar ahora que estamos a punto de empezar una década de inmersión en lo virtual, globalización problemática, tensiones entre estados, migración, epidemias, incertezas… Porque “la fuerza del género se basa precisamente en nuestra real impresión del desconocido «futuro»” (Moreno 2010: 256).

Desplegado en una cronología, la historia que viene, la “prospección” del autor, quedaría más o menos así:



   ¿Podría ser este el porvenir del mundo? ¿Si existiera ‘tsian’ el próximo desastre sería admisible?


5. INTERROGANTES


    ¿Cuál es el propósito de semejante trabajo imaginativo, esta invención del próximo medio siglo de la historia? Evidentemente, es doble: según la lógica interna del relato, proporciona a la invención de ‘tsian’ un marco razonable en el que llevarse a cabo, justifica su triunfo y el presente de la narradora; pero también es imprescindible, más allá de esta lógica interna, para suscitar en el lector las preguntas y reflexiones que el autor va desgranando.

   Ya se ha mencionado que una de las características fundamentales de la ciencia ficción es su actitud crítica, su cuestionamiento del presente. Caparrós utiliza el tiempo futuro con esta finalidad, en efecto, puesto que

adentrarse en el futuro implica profundizar en una de las inquietudes más trascendentales del ser humano: lo desconocido, lo que no sabemos si llegaremos a ver y, más importante aún, la consecuencia última de nuestros actos. […] Literaturizar el futuro implica llevar la ficción a sus máximas consecuencias, explorar uno de los límites (Moreno 2010: 257).


   Estas inquietudes no son solo nuestras, lectores de 2020, sino que reproducen las que el relato de Lin quiere transmitir a sus narratarios de 2072 y las que ella misma introduce como comentario o reflexión (en párrafos marcados entre paréntesis) a las palabras de los entrevistados o la relación de acontecimientos. Porque, aunque parezca que no tiene sentido, “el trabajo de un relator es decir cuando no debería” (pág. 432), provocar la suficiente incomodidad como para plantearnos nuestra propia historia, por mucho que esta simule un final feliz.

   La investigación de la narradora va lanzando dilemas e interrogantes según se acerca a los hechos ocultos bajo la versión oficial de LaMásBella. Al fin y al cabo, ‘tsian’ surge de las investigaciones de las Corpos médicas fabricantes de órganos artificiales en su afán de prolongar al máximo la vida humana. Como consecuencia, se trastocan los conceptos de la juventud y la vejez, extraordinariamente alargadas, pero se observa un cansancio derivado de la dificultad de morirse. ¿Es deseable vivir tanto? ¿Es bueno ser viejo más tiempo, tanto tiempo? Y si, llegado a cierta edad, alguien te preguntara si prefieres no ser más viejo y elegir cómo pasar el resto de una eternidad de tiempo indefinido, ¿qué harías? ¿Transferirías tu cerebro, cortado en láminas? ¿Dejarías por fin tu cuerpo muerto, desechado? Inevitable la búsqueda de un invento como ‘tsian’, que a la vez eluda la muerte cerebral y, además, se deshaga de la carga de lo físico. ¿Quién soportaría la angustia existencial y la ansiedad ante una muerte accidental cuando existe la posibilidad de asegurarse un futuro para siempre?

   Las reflexiones sobre el cuerpo y sus límites son constantes a lo largo de la novela. Mientras la tecnología consigue desvincular cada vez más a las personas del mundo empírico, incluso para el sexo y el ocio, y algunos dispositivos tecnológicos se integran bajo los tejidos, el cuerpo parece un estorbo. Caparrós conecta aquí hábilmente la historia con los postulados referentes al posthumanismo y el transhumanismo, pero sin mencionarlos. No en vano es necesario un soporte físico, informático, para la ‘tsian’ de cada uno, lo que implicaría transformar lo humano en máquina y aislarlo del mundo real. Pero ¿sigue siendo una persona el cerebro transferido a un entorno virtual, por muy sofisticado que este sea?; ¿se puede llamar vida a esa “reVida” programada en un mundo a la carta pero acotado?

   Otro de los puntos clave de la investigación de Antúnez es el origen ciminal y, desde luego, inmoral, de las investigaciones que permitieron el desarrollo de ‘tsian’. Badul y Van Straaten experimentaron con cientos de personas y ni siquiera al final del proceso, con la transferencia del cerebro de este último, alcanzaron una solución satisfactoria, aunque fuera imprescindible para lo que vendría después. ¿Cuántas muertes se pueden justificar ante la importancia del descubrimiento? La propia Lin se lo pregunta, a pesar de ser ella quien ha hurgado en la basura:

¿Qué sentido tiene revolver ahora los orígenes? […] Sé que no le importa a nadie. A lo sumo, alguno dirá que fue un sacrificio razonable -porque no fue el suyo. Es fácil sostenerlo: si murieron, digamos, 500 personas o 5.000 personas para que 5.000 millones ahora se regodeen en sus ‘tsian’, quién podría decir que no fue un buen negocio (pág. 432).


   Y aun siendo así, Badul no muere tranquilo (porque él muere de verdad, sin transferirse) hasta asegurarse de que alguien sabe la verdad y la va a contar. ¿Qué teme, después de ser el artífice del mayor progreso de la humanidad? ¿A su propia moral? ¿Alguien sería capaz de firmar el resultado de esta ecuación? Y si otros acontecimientos, consecuencia directa de nuestras decisiones, como la Guerra de Dioses, mata a millones, ¿por qué rechazar la investigación sobre humanos, el despiece en taller de unos cuantos en beneficio de todos?

   Sinfín relata un cambio trascendental en la historia de la humanidad: el fin de la muerte como la habíamos conocido, una paz definitiva. Y, sin embargo, confirma sin sonrojo que nunca los avances son para todos, que el progreso no va a llegar a todas partes. Una quinta o sexta parte de los ciudadanos del mundo seguirá muriendo, enfermando, sufriendo igual que antes (Latinia, África, Asia Triste). Se constata que la igualdad es imposible; el acceso universal, una quimera. Sea cual sea el trayecto siempre va a haber excluidos.

   Y también, cómo no, los personajes. ¿Quiénes han logrado tamaño logro? ¿Quiénes son los protagonistas de una historia como esta? La novela presenta, a través de las entrevistas con Badul, Liao, Mei, Galdós y Senhora y las investigaciones sobre la Dama Ding (presidenta de China), Gao Alasha y, por supuesto, Samar, una amplia galería de personajes de dudosa reputación, intereses espurios y tendencia al cinismo que se convierten en responsables del mejor momento de la historia. ¿Será que está la humanidad condenada a depender de la audacia, la ambición o la irresponsabilidad de unos cuantos para dar los pasos que la emancipen? Y si la propia historia de ‘tsian’, más allá de la bella historia oficial, es oscura y azarosa, ¿es que siempre dependerá el futuro de ciertas casualidades, como el encuentro entre Samar y Badul que condiciona todo y todo lo empieza (págs. 103-111; 125-128)?

   La relatora responsable del texto duda, además, en varias ocasiones del propio sentido de su investigación y de la labor propia de los periodistas de antes. Se muestra confusa desde que por azar encuentra en Darwin un cabo suelto de LaMásBella. Quiere contar la verdad, armar la historia, reunir toda la información posible, pero reconoce que “toda historia es la simplificación de una historia: el fracaso en mostrar los infinitos matices de una historia” (pág. 95). ¿No es eso siempre el periodismo? ¿No lo son los relatos de la Historia? Para colmo, en la última página del libro un código QR proporciona el enlace a las anotaciones que un improbable lector aún más futuro del texto que acabamos de leer hace sobre lo que le parecen simplificaciones o incorrecciones en el texto de la relatora. ¿Qué palabras entonces fueron ciertas? Si tampoco ella fue objetiva ¿quién lo es?

   Finalmente, Lin Antúnez añade al relato las anotaciones de su diario (págs. 461-480). Dos meses de 2072 en que se exacerban las dudas y conoce a quienes se oponen a ‘tsian’ clandestinamente. No duda de la historia que ella misma ha reconstruido, sino de la propia entidad de ‘tsian’. Porque, tal y como le plantean estos nuevos revolucionarios, no hay pruebas de cómo es ‘tsian’ una vez dentro ni de cómo funciona. ¿Podría entonces este “paraíso” ser nada más que una nueva ficción como lo fue aquel de los antiguos? Todo lo que supongamos vivir más allá de este cuerpo ¿no es en el fondo una ficción? ¿Importa que lo sea en “un mundo feliz”?


6. ¿UTOPÍA?


   En efecto, la última de las siete partes en que Lin Antúnez divide su relato sobre la evolución de ‘tsian’ se titula “Un mundo feliz”. ¿Es este adjetivo tan irónico como en la novela de Huxley o refleja verdaderamente la superación de una de las mayores crisis de la humanidad, el hallazgo de un futuro mejor? O, dicho de otra manera, ¿estamos ante una distopía o una utopía?

   Parecería temerario, desde luego, que Caparrós se lanzara en estos tiempos a escribir un relato utópico. La distopía, con criadas subyugadas a sus amos, zombis caminando o abejas mecánicas dirigidas por un hacker asesino, es predominante en la ficción literaria y audiovisual más actual. El furor tecnológico se mezcla en este principio largo del siglo con una falta de horizonte y un relativismo moral feroz. Rápido, sí, pero sin saber adónde.

   Y sin embargo Sinfín, como novela, ofrece un futuro tenebroso que se hace razonablemente próspero en su última década gracias a ‘tsian’ y su difusión, una vez intervenida la empresa por el gobierno chino. A partir de 2062 se acabarán las guerras y la angustia y cada vez más gente disfrutará de lo más próximo a una vida feliz. No todos, bien es cierto, pero quién se atrevería ahora a narrar el futuro como si fuera una Arcadia renacentista. No, no se trata de una distopía, aunque lo parezca durante muchas páginas. ¿Utopía? No, tampoco. A pesar de que la inmortalidad conseguida por los usuarios de ‘tsian’ parezca la confirmación de una aspiración legítima, eterna del ser humano.

   Tal vez sea este uno de los aciertos de Caparrós: este medio siglo que viene será como siempre es nuestra historia, parece decir; traerá debacles y hallazgos, el equilibrio inestable entre injusticia y progreso, bandazos. Se percibe en el relato lo que para Moreno (2010: 312) es el “poso amargo” inevitable en todo relato prospectivo, porque el futuro nunca complace las expectativas de la humanidad. Incluso en el origen del mayor invento imaginado, del más poderoso, puede haber un crimen. La supuesta inmortalidad, sospechas e imperfecciones incluidas, ha tenido un precio.

   Creo que, en este sentido, Sinfín se sitúa en la línea de otras tres ficciones prospectivas recientes, la novela Rendición, de Loriga (2017), y las series de Channel 4 y Netflix Black Mirror (2011-2019) y de la BBC Years and Years (2019), por ejemplo. En la primera, una ciudad transparente se ofrece como refugio para los protagonistas y el resto de desplazados por un cataclismo bélico. Si el exterior de la ciudad es distópico, el interior es utopía descorazonadora: reglas estrictas, control y vida supeditada a la falta de autonomía e intimidad. A cambio, la seguridad de que nada va a faltar, el orden, la salvación del desastre. La sombra de Huxley es alargada. El narrador, sin embargo, no lo soporta y huye. Con todas las consecuencias. Si esta es la utopía, yo me bajo, parece ejemplificar.

   El episodio titulado “San Junípero” (2016), de la segunda, representa un mecanismo parecido al de ‘tsian’: San Junípero es un lugar paradisíaco al que las mentes de los fallecidos se retiran para disfrutar indefinidamente de sus mejores años, rescatando la fuerza y el atrevimiento de los tiempos de su juventud. Unas vacaciones eternas. Un perpetuo fin de semana que se ofrece en versión de prueba unas horas a la semana solo para aquellos ancianos abocados al final sin remedio para que decidan qué prefieren: ser transferidos definitivamente a San Junípero o la nada. Y, claro, la nada aterra. En todas las reseñas sobre el episodio se destaca su final feliz, su segunda oportunidad para las mujeres protagonistas. No obstante, flotan muchas de las preguntas que también lo hacen en Sinfín: ¿puede ser vida esa realidad virtual?; ¿alcanza para todos? El argumento no ensaya respuestas porque se centra en cómo las dos mujeres llegan allí, en cómo comienzan a vivir su segundo tiempo. O su prórroga, según se mire. Pero ese “poso amargo” resulta ineludible.

   La trama de la tercera ofrece aún más puntos en común con la novela de Caparrós: se sitúa en un horizonte temporal concreto (muy cercano en este caso: 2019-2034) en el que la innovación tecnológica (mayordomos virtuales, internet evolucionada, implantes cíborg) se desarrolla a la par que el nacionalismo, la disgregación europea, un ataque nuclear, crisis bancaria, epidemia, campos de concentración, intolerancia… El escenario, una vez más, parece distópico pero reconocible. Se diría, pues, que nos espera un mundo francamente peor. La especulación social y política es hermana de la que Sinfín desarrolla en sus páginas. Igual de graves los acontecimientos históricos futuros, también narrados bajo la lógica de los medios de comunicación a través de sumarios y resúmenes similares a los que Caparrós da cabida en algunos capítulos, al menos en uno de cada una de las siete partes de la novela. Y, sin embargo, las acciones finales de los hermanos Lyons, protagonistas de la serie, permiten la caída del régimen autoritario y la liberación de los campos de concentración, augurando un futuro mucho más próspero y apacible después de esta década turbulenta. Además, en un epílogo esperanzado y, al mismo tiempo, chocante, Edith Lyons, enferma incurable de cáncer, se presta a un experimento consistente en, atención, la transferencia de la información de su mente a una base de datos desde la que, tal vez, podría seguir en contacto con su familia. ¿No es una coincidencia sorprendente?


 

   Es destacable, en todo caso, cómo estas ficciones se distancian de la distopía absoluta de otras como, por ejemplo, La carretera, de McCarthy (2006). En las anteriores, como en el Ensayo sobre la ceguera, de Saramago (1995), el desastre acaba por remitir y deja entrever un futuro habitable, aun con todos sus condicionantes. La respuesta puede ser sencilla: lo desconocido da miedo y tememos que se desarrolle a partir de nuestros errores presentes un porvenir amenazante. La ficción explora esas posibilidades, las imagina para que seamos más prudentes o más audaces. Difícil elección.


7. POCO COMÚN


   Ya he explicado antes que no soy un lector asiduo del género a pesar de participar de ese imaginario construido a base de naves espaciales, viajes en el tiempo o tecnologías alucinantes. Puedo, no obstante, asegurar como filólogo que la ciencia ficción es, en conjunto, una narrativa poco común en España, sobre todo en comparación con otras literaturas. El caso de Hispanoamérica no es demasiado diferente, a pesar del prestigio de Borges y Bioy Casares, tal y como aseguran las monografías consultadas. Puede constatarse que continúa una relativa marginalidad del género pese a ciertos éxitos de crítica (Paz Soldán, Barceló, Carrión, Ibáñez, el propio Loriga), aunque la situación haya cambiado sustancialmente en cine y televisión. Según Moreno (2018:177): “desgraciadamente en España apenas se explotaron las posibilidades transgresoras del género, tanto en lo formal como en su contenido, pese a los diferentes y tímidos intentos durante el siglo XX”.

   Algo, no obstante, está cambiando. Esta novela de Martín Caparrós, tan española como argentina por lo que afecta a la formación de su autor y al desarrollo de su carrera, puede formar parte al menos de una última hornada prometedora si no de un cambio de paradigma, puesto que, además, se sitúa claramente dentro de la ficción prospectiva como tal, un terreno que ha sido próspero en otras culturas. El propio Moreno afirma, al final del mismo artículo, que

en las primeras décadas del s. XXI, la ciencia ficción se ha convertido en el género experimental español por excelencia. Ningún otro género literario muestra la osadía de la ciencia ficción ni se ha atrevido a implementar en la narrativa los descubrimientos de las vanguardias. De este modo, lejos de mostrar un arcaísmo innecesario o nostálgico, su mirada radical a la actualidad sociopolítica y cultural ha colocado sus novelas en una situación excepcional que, por desgracia, no cuenta con el apoyo de las ventas (Moreno 2018: 192).


   Si bien yo no suscribiría ese “por excelencia” de la cita, creo que es justo reconocer que la ciencia ficción está desarrollando en la actualidad una narrativa interesante, en modo alguno inferior a los mejores ejemplos de cualquier otro subgénero narrativo. En el caso de Sinfín puede constatarse, desde luego, la “osadía” del párrafo anterior tanto en el aspecto formal como en crítica social, política y cultural.

   Se trata, en el plano formal, de una novela extraña por la manera en que se presenta la trama. Debe recordarse que Lin Antúnez, la narradora, es una relatora que ha investigado la historia de ‘tsian’, así que ella apenas aparece como personaje más que en las páginas finales de su diario y en los viajes necesarios para las entrevistas. Apenas sabemos de su pasado (págs. 91-94) y de todas formas este no es relevante. El resto de personajes solo aparece como tal en las entrevistas (Juliano, Badul, Galdós, Mei, Liao, Senhora), que no dejan de ser una supuesta transcripción de sus palabras, mientras que el resto de sus vidas y acontecimientos (como los relativos a Samar, por ejemplo) aparecen apenas como narración sumarial de hechos, solo interrumpidos por los comentarios y reflexiones de Lin (entre paréntesis, como si no formaran parte del texto definitivo). Lo que quiero decir es que el relato, utilizando recursos de la crónica, el reportaje o el ensayo de divulgación histórica, tiende a la objetividad y al distanciamiento con el lector, sin permitirle empatía alguna con los personajes responsables de la historia. Caparrós no busca que el lector se identifique con quienes han intervenido en la creación y desarrollo de ‘tsian’ sino, igual que pretende Lin Antúnez con sus narratarios de 2072, explicarles la historia reciente de la humanidad a partir de su mayor logro. Que sean conscientes de los pasos dados, de los sacrificios que la humanidad ofrece cada vez que cree avanzar.

   En su relación con la crítica a la sociedad, la política o la cultura, espero haber demostrado en el punto anterior que la novela aprovecha las virtudes de la ciencia ficción para provocar en su público reflexiones interesantes, ya que aborda algunos de los temas más actuales: los límites de la ciencia, la medicina y la tecnología, su relación con las decisiones morales, la angustia ante la muerte, la desigualdad, el fanatismo, el manejo de la información y el papel del periodismo… En este sentido debe destacarse la habilidad de Caparrós para introducir en el relato referencias constantes a las dinámicas geopolíticas e históricas que podrían ser consecuencia de la situación actual, de tal forma que un lector que siga la información de los medios no podrá sino reconocerlas (y, en consecuencia, sentir una cierta inquietud ante lo que le espera). Estos, en definitiva, son los valores de la novela.


8. DUDA Y CERTEZA


   “¿Quieres vivir para siempre?”, preguntaba aquella guerrera indomable a Conan para animarlo a la batalla. Un enfrentamiento temerario, en inferioridad, contra el pronóstico. Desesperado, tal vez. El final de ambos personajes es de sobra conocido. Pero llama la atención que en ficciones actuales se esté problematizando la misma pregunta. En esa tendencia se sitúa Sinfín. La sociedad, abrumada por el desarrollo tecnológico y científico, se ve mucho más cerca de la eternidad y está aún más angustiada por la posibilidad de una muerte cada vez más postergada, al menos en los “países lógicos” (por utilizar la misma palabra con que la novela alude al mundo más desarrollado).

   Pero, por mucho que se la eluda o pretenda aplazarse la muerte sigue ahí. Durante este 2020, además, encarnada en la amenaza de un virus nuevo, en un incremento exponencial de los cadáveres como el que acabamos de vivir. La Historia suele encargarse de recordar cada cierto tiempo esta debilidad. Un trabajo desagradable. Así que, aunque la posibilidad sea tentadora, la realidad es tenaz. No está de más, de todas formas, plantear el fondo de la cuestión. Las ficciones con las que la humanidad se ha imaginado el más allá, se llamen paraíso o se construyan con los mecanismos de la realidad virtual, ¿no dejan de ser una ilusión, una aspiración a la perdurabilidad que el futuro siempre desmiente?

   Al fin y al cabo es esta vida la única certeza. Y quizá aterrorice tanto el siempre como la nada. Las dudas de Lin Antúnez en el desenlace de Sinfín nos devuelven a este punto. No hay otro camino y en el fondo es imposible saber cómo ni qué. No hay, tampoco, nada más humano.

Tengo que hacerme cargo de mis dudas. Contar todas mis dudas. No contarlas como dudas de otros. Es el viejo truco que solemos emplear los relatores: otros dicen, yo no digo nada, yo solo digo lo que dicen otros. Ya he escuchado a los otros, ya los he citado suficiente; al fin y al cabo, son solo personas que tienen, como yo, ideas sobre el tema, que me dan sus opiniones, que me permiten -con sus opiniones- disimular las mías o, incluso, contrabandear las mías. Tengo que hacerme cargo (pág. 477).



BIBLIOGRAFÍA


CANO, Luis C. (2006): Intermitente recurrencia. La ciencia ficción y el canon literario hispanoamericano. Buenos Aires: Corregidor.

CAPARRÓS, Martín (2020): Sinfín. Barcelona: Penguin Random House.

CÓRDOBA CORNEJO, Antonio (2011): ¿Extranjero en tierra extraña? El género de la ciencia ficción en América Latina. Sevilla: Universidad de Sevilla.

LÓPEZ-PELLISA, Teresa (2018): “Introducción”. En López-Pellisa, Teresa (ed.) Historia de la ciencia ficción en la cultura española. Madrid-Frankfurt: Iberoamericana-Vervuert, pp. 9-46.

LORIGA, Ray (2017): Rendición. Madrid: Alfaguara.

MORENO, Fernando Ángel (2010): Teoría de la Literatura de Ciencia Ficción. Poética y retórica de lo prospectivo. Vitoria: Portal Editions.

MORENO, Fernando Ángel (2018): “Narraativa 2000-2015”. En López-Pellisa, Teresa (ed.) Historia de la ciencia ficción en la cultura española. Madrid-Frankfurt: Iberoamericana-Vervuert, pp. 177-195.

WAINBERG, Romina (2018): “Cyborgs, androides y post-humanos en la literatura argentina contemporánea. Nuevos cuerpos, nuevos modos de agencialidad”. Ponencia disponible en Academia.edu. Enlace: https://www.academia.edu/34540394/Cyborgs_androides_y_posthumanos_en_la_literatura_argentina_contempor%C3%A1nea._Nuevos_cuerpos_nuevos_modos_de_agencialidad



SERIES Y PELÍCULAS:

En el cuerpo del ensayo se hace referencia a las películas Conan, el bárbaro (Milius, 1982), Star Wars, (Lucas 1977-1984), Blade Runner (Scott, 1982), 2001: una odisea en el espacio (Kubrik, 1968), Terminator (Cameron, 1984), Alien (Scott, 1979), Regreso al futuro (Zemeckis, 1985), Robocop (Verhoeven, 1987), Interstellar (Nolan, 2014).

No obstante, tienen mayor trascendencia las referencias a dos series de televisión:

Black Mirror, producida por Channel 4 y Netflix (2011-2019). Episodio: “San Junípero” (2016), tercera temporada.

Years and years (2019), producida por la BBC, seis episodios.

1La palabra aparece siempre en la novela escrita como un carácter chino. Aquí se ofrece su transcripción por dos razones: limitaciones de la ofimática y simplificación de la lectura.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...