jueves, 9 de abril de 2020

Poesía a tiempo

Los poetas bajaron del Olimpo
Nicanor Parra

1

   En tiempos de emergencia la literatura, en general, y la poesía, en particular, pueden parecer un ejercicio frívolo. No lo son. Aunque debe advertirse que también sería injusto lo contrario: no van a salvar a nadie. Entiéndase: claro que la escritura y la lectura confortan, sobrecogen, emocionan, convencen, conminan, dan un cierto sentido. Si no, no existirían. Pero no dan de comer ni libran del contagio por mucho que el propio Decamerón sea una huida. Huir para encerrarse. Contar para pasar el tiempo y, de alguna manera, reír para escapar de la angustia. Es curioso pensarlo. Sobre todo, ahora.
    Pero, ya puestos a pensar, tal vez vendría bien acordarse de Unamuno en Fuerteventura o de Horacio en Grecia, desterrados también. De Espronceda o Jovellanos en sus cárceles respectivas, rodeados de almenas ante fabulosos paisajes. Sin caer en el tópico ni pensar que a los poetas los favorece el encierro. No seamos ingenuos. De este confinamiento saldrán tantos poemas brillantes como en cualquier otro intervalo. Y muchos más malos poemas que de costumbre. No hay más que echar un ojo. Por más que a uno le tiente, el buen poema no es nunca inmediato. Es una vieja lección. Puedes publicar unos versos en Twitter, Instagram o donde sea. También lo he hecho yo. Pero las redes sociales no prestan atención a la métrica, desperdigan palabras como si diera lo mismo, rebajan su alcance, aunque pudiera parecer a primera vista lo contrario. La informática contra la pausa versal. Complejidad de sentido contra aplicaciones. Segundo asalto. Una muestra vergonzante de estos días, ni siquiera disculpable por la urgencia ni por la presencia en la nómina de alguien tan experto como Drexler:

   Y, aun siendo consciente, vas y escribes. Qué temeridad. Con la certeza de que es imposible encontrar oro. Pero también de que el impulso es un ejercicio incomparable. Ya advirtió Pacheco de la ausencia de más gratificación que la propia exigencia y el intento.  Una fiebre minera distinta a la del pionero. "Sin esperanza, con convencimiento", por si os vale como lema este verso de Ángel González. El lema de mi blasón inexistente.

ORO EN POLVO (José Emilio Pacheco)

Desde mi adolescencia busqué oro
en todas las corrientes de la montaña.
La arena removida alcanzaría
para urdir un desierto.

Y nunca hallé el metal.
Sólo monedas de cobre,
piedras, huesos pulidos, baratijas.

Me voy como llegué.
No perdí el tiempo.

La arena que escapó de entre mis manos
me dio el placer interminable:
el intento.


2

    Cuestiones como estas nunca son nuevas. Pero a veces debes renovarte y volver a ellas desde otro lugar. Y este está siendo un curso de regresos. A la ciudad más bella, a la universidad y a la escritura, por resumir bastante. Y, yendo al grano, el reencuentro con la poesía ha sido de los más fructíferos. Incluso una vez llegado el confinamiento, que vaya por dios.
   El vicio lo he tenido siempre. Pero con los años uno empieza a dudar demasiado. Del valor de esos versos, de su pertinencia. Así que es un buen ejercicio contrastar, buscar aliento, leer a otros, escucharlos. Y, como consecuencia, recomenzar, tachar, pensar, volver.
   Para que esto surta efecto no está de más alguna referencia. Quien escribe y reescribe también necesita leer y ser leído. Y criticado, claro. Si lo hace bien puede salir a campo abierto y dar con un paisaje que no esperaba, escapar de lo anunciado y lo previsto. Nada como darse cuenta que lo que escribes hoy no puede ser igual que lo que escribiste hace años, que es imposible mantener el mismo aprecio, la misma conexión con los poemas que leíste deslumbrado. Otro tiempo necesita otra cadencia. Tampoco esto es nuevo: a pesar de la herencia inmensa que carga la poesía como género todos los poetas saben en el fondo que el poema de hoy aún está por escribir. Que hay que seguir cribando arena. Otra metáfora, escribir como sustracción. Y un requisito, la intensidad. Lo dice Morábito en El idioma materno:
Cuando se escribe con intensidad se está en realidad robando, sustrayendo de los bolsillos del lenguaje las palabras necesarias para aquello que uno quiere decir, justo esas palabras y ni una más.
3

   Me estoy alargando. Lo importante. Eso. Para continuar con esa búsqueda poco halagüeña y soltar lastre no es poco descubrir que hay poesía que leer que merece la pena. Y que no es la "poesía pop tardoadolescente" (el concepto, tan acertado, es de VL Mora) que ha colonizado los grupos editoriales. Estos buscan libros fáciles y rápidos, que podría escribir cualquiera porque no dicen nada. Y no se trata de que las palabras sean más cultas o poco oídas. El lenguaje en desuso se lee mal siempre porque ya está muerto. Se trata de ambición y alcance, de tensión y mirada, de imaginar las voces capaces de ir más allá de la obviedad. Para descubrir lo obvio nadie necesita leer nada. Le basta vivir.
   El propósito ha sido relativamente simple: poner al día las lecturas, escribir y reescribir sin repetirse y compartir con otros. La provocación de algunos profesores ha sido, también, determinante. Así he podido no recobrar la esperanza sino fortalecer el convencimiento. El lema, otra vez.
   ¿Qué lecturas había dejado de lado en estos años? ¿Por qué no había encontrado apenas poetas nuevos, alguno de mi generación, incluso más joven? El oído, debo reconocer, no estaba atento. El proceso nunca termina, pero ahora puedo decir que me había saltado lecturas imprescindibles: Julia Uceda, Chantal Maillard, Ada Salas, Eduardo García. He leído con placer y admiración a muchos otros, sobre todo en antologías, pero no quiero hacer una lista demasiado extensa.

4

   ¿Cuántos buenos poetas están en activo? ¿Cincuenta? ¿Sesenta? Quién podría decirlo. Novedades hay muchas, cada vez se publican más, es cierto. Aunque probablemente no varíe el porcentaje de las que merecen la pena. Las exploraré, sin duda. Pero he reservado este espacio para dos. Libros tan diferentes que me han resultado complementarios, que ventilan la casa a la vez que concentran el aire. Sin palabrería ni exhibicionismo. Contundentes y rotundos, cada uno a su manera.
   El primero es La cámara te quiere, de Pablo García Casado (Visor). Pura osadía. Poemas en prosa. Diferentes voces. Un solo tema: el porno. Por qué, para qué, quién, cómo. Y, si hay intensidad, un tema son todos: el dinero, el amor, la muerte, la familia, la enfermedad, el deseo, la violencia. Los poemas perturban porque retratan. El realismo en poesía no consiste en remedar situaciones sino en explorar significados. El resultado es más duro. Ningún punto de vista consuela o satisface. Ni el de las que actúan, los que pagan, los que miran. Un libro descorazonador también hace falta.Van aquí dos muestras:

REALITY
En realidad, no ocurre así. No te abordan dos desconocidos, no sonríes, no quieres hacer un castin para una película. Ni por doscientos euros, ni por trescientos. No quieres subir a ese coche. No quieres hacer el castin, ya sabes para qué es el castin. Pero estás en Gran Vía, y sonríes, y subes a ese coche, sí, por qué no. Y haces el castin. Y sabes qué vas a decir, que has estado con algunos chicos. Con chicas sólo una vez, en una fiesta, con Juani, mi mejor amiga. Que tenías un novio, que lo habéis dejado porque era un poco celoso. No tienes fantasías, bueno sí, las tienes, todo el mundo las tiene. Que te abracen bajo la lluvia. Pero dices trío, gangbang, hacerlo con un negro. Hablas de ello a la cámara, dices que te gustaría con un negro. Y aparece Leroy, con gafas de sol y camisa hawaiana.
ANTONIO, 63
He encontrado a alguien, se parece mucho a ti. Es una morena de ojos negros, italiana, muy racial. Su casa no es como la nuestra, tiene piscina, jardinero. Bueno, es un decorado, vete tú a saber cómo es su casa, dónde vive realmente. Pero en el vídeo lleva un vestido rojo igual que el que te pusiste en la boda de Santiago. Así, con mucho escote. La cámara la sigue al dormitorio, la cama no es como la nuestra, pero a ti te habría gustado, así, grande, con muchos almohadones. Me recuerda mucho a ti. He encontrado fotos tuyas en bikini, de cuando íbamos a Gandía y los niños eran pequeños. Paula me ha dicho que tiene más en su casa. Quiere arreglar lo de tu armario, tirar cosas, yo le he dicho que no hay prisa. Que todo a su tiempo.

   Otros libros del autor comparten alguna de estas sensaciones, aunque ninguno es tan estricto y cerrado como este. Es el poeta que más y mejor está trabajando el poema en prosa. Ahí están Dinero y García, imprescindibles, lo que no quiere decir que los libros anteriores no merezcan la pena. Una poética de profundidad que parte de la degradación de lo corriente, en algún punto entre el Carrefour y tu casa. Y, cómo no, en mi caso, una cercanía generacional y estética,  una familiaridad inspiradora.


y 5

   El segundo es Los días hábiles, de Carlos Catena Cózar (Hiperión). Veintitrés años más joven, otra generación y, sin embargo, alguna coincidencia. En este caso son poemas de métrica libre pero siempre bajo control, ritmo casi de salmo y de versos muchas veces compuestos y absolutamente despojados, hasta de signos de puntuación y de título, como si fueran fragmentos de un mismo monólogo. Su discurso es contenido y a la vez contundente. El trabajo, la familia, el amor y la distancia articulan el libro. Descarnado, trabaja sobre la decepción. La de los abuelos y padres que ven cómo la siguiente generación no ha recibido las ventajas de su esfuerzo. La de los jóvenes expatriados y precarios, explotados por empresas y organismos, viviendo incómodos lejos de casa y sabiendo que aquí venderían su independencia, si es que existe de una forma que no sea virtual. Transcribo dos ejemplos de todo esto, recordando que me han sido especialmente caros los poemas en que la casa simboliza todo el esfuerzo de la estirpe, la cristalización de un trabajo perdido.

he visto a las mejores mentes de mi generación
destruidas por un contrato basura de cara al público
hombres y mujeres de ciencias emigrados al frío
indefensos sin literatura ante tal paisaje
no puede escribir sobre el fracaso
quien no ha bajado al infierno:
un restaurante donde languidecen los yonquis
se asean los mendigos
y vienen a morir las expectativas
un lugar de luz perpetua
donde algunos tratan de escribir sobre el fracaso y otros
lo copan.

si mi madre sufriera un infarto en mitad de la noche
sería noche solo para uno de sus tres hijos
si los tres decidiéramos que ya no puede vivir sola
tendríamos que evaluar nuestros nuevos países
(la asistencia sanitaria la situación política el clima)
y la primera vez que mi madre volara
sería para llegar al sitio en el que morirá
a miles de kilómetros de la casa del pueblo
la casa donde nació y dio a luz
y que (sin inquilinos de verano)
caerá por el abandono
también las fiestas patronales desaparecerán:
cuando la familia apenas viva en la misma franja horaria
quién se acordará de las vírgenes
que velan por la salud de las mujeres solas. 

   Otra vez el peso de la realidad y el sentido de una vida puesto en cuestión, como no puede ser de otra manera en las obras valiosas. Esta sobrecoge, emociona y deja exhausto a un lector que aprecie mínimamente la capacidad del lenguaje para desvelar las claves de cuanto somos, su potencia.
   En ambos casos se trata de literatura sin superficialidad ni obviedades, pertinente, actual y honesta, porque tiene ambición y conoce sus limitaciones. Desde luego, muy lejos de las propuestas simples de quienes, pagados de sí mismos y engreídos, ni siquiera son capaces de crear una voz original, fuera de los tópicos y de las modas. Leedlos. La poesía, cuando es buena, es insustituible. Y, creedme, llega a tiempo. Siempre. 


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