jueves, 24 de febrero de 2011

¿Realidad o arte?

   Otra pregunta difícil. Desde Aristóteles sigue dando tumbos a la hora de escribir, por ejemplo. Me ronda la cabeza a raíz de ver La clase (Entre los muros), película de Laurent Cantet. Su sinopsis es sencilla: se trata de una serie de escenas que juntas conforman un curso escolar. La mayoría transcurren dentro de una misma aula, reflejando la relación entre un profesor y un mismo grupo de alumnos. ¿Qué interés puede tener un proyecto tan simple?
   Por un lado, se podría pensar que una película documental de estas características tendría sentido como crítica o denuncia del sistema educativo o descripción de ciertos problemas. Pero no es el caso. Como ficción, quizá interesarían el personaje del profesor o los de los alumnos, su casa, su barrio, sus relaciones... Pero no es el caso. En la película no se menciona el mundo exterior al instituto, apenas algunos familiares de los alumnos que acaban figurando porque van allí.
   La película resulta, por tanto, enigmática. Es una simple crónica de un curso o, aún menos, la crónica de las clases de un grupo de alumnos en una determinada asignatura. 
   E pur si muove. Y, sin embargo, resulta. Una cámara metida en el enjambre de chavales apelotonados en un aula, en medio de las explicaciones, risas y cabreos del profesor y la indiferencia, el humor y la mala leche de los alumnos. Nada más. 
   Es posible, claro, que me resulte más fascinante por ser profesor pero, sinceramente, creo que no es así.  Todos hemos sido profesores o alumnos y quizá en esa circunstancia esté su secreto. No encuentro sensación, emoción o momento que yo mismo haya sentido que no aparezca en estas dos horas. Están todos los aciertos y todos los errores del profesor; todos los matices de la relación con sus alumnos; todas las reacciones y actitudes de estos. En esencia, claro.
   La película está rodada con actores no profesionales, o sea, sin actores, con personas. Supongo que el director comprobó que sería imposible que los actores resultaran naturales. ¿Deben serlo? ¿Debe una película (cualquier obra de arte) intentar reproducir la realidad en un escenario más pequeño como si fuera un experimento? ¿Qué sentido tiene desde un punto de vista estético?
   Desde luego, no hay arte sin realidad, pero también hay arte "irrealista". La fantasía es parte fundamental de la creación, pero uno aún se emociona cuando todo es verosímil. Incluso tal vez más. Es cierto que el estilo del realismo decimonónico ya no sirve aunque podamos disfrutar con él. Pero un mecanismo similar sigue funcionando.


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