martes, 20 de marzo de 2012

¿Te suena?

   Piensa en un lugar en el que los políticos corruptos obedecen a los intereses de quienes les han promovido en su puesto o quienes se lo garantizarán después con la promesa de no ser juzgados o, en el peor de los casos, eludir sentencias condenatorias; en el que la pobreza se extiende rápidamente y las vacas empiezan a pasar hambre aunque solo sea por solidaridad; en el que el trabajo es, en lugar de un derecho, una obligación económica, un motivo de explotación y un imposible práctico; en el que los patronos (aka empresarios, aka emprendedores) coaccionan a sus trabajadores; en el que la justicia es arbitraria y paradójica, tanto que llegará a sobreseer su propio caso; en el que se premia al adulador y se margina al crítico, se esconde la verdad y se levantan impresionantes trampantojos que disimulen los destrozos en la fachada y la estructura del edificio en el que aún malvives; en el que la mayor tarea de un enorme dispositivo de instituciones, empresas, grupos, partidos y sindicatos es que no tomes conciencia de la situación real; en el que la información es mayoritariamente propaganda; en el que (last but not least) todos estos comportamientos no conllevan ningún tipo de reproche, condena, castigo. Más bien al revés. Incluso aunque haya muchos papeles escritos que dicen que esto no debería ser así. Será que a alguien se le derramó el café encima de ellos y ahora justo no se pueden consultar.
   ¿Te suena?
   Espera, no te oigo bien.
   O sea que sí, que mucho. Ah, que se te parece mucho a lo que pasa aquí.
   ¿Seguro? Piénsalo, que luego te podemos acusar de demagogia. Al fin y al cabo esto es un país civilizado.
   ¿Cómo que es aún peor? ¿Que viene de lejos? ¿Que crees haberlo leído en algún sitio? 
   Bueno, hay muchos...
   ¿Que se te parece a la historia de un libro viejo que leíste en COU? ¿Luces de qué?
   Ah, Luces de bohemia. Sí, el escenario de aquella historia no podía ser más decadente: un país empobrecido, cutre, plagado de injusticias.
   O sea, que según dices si cogiéramos cualquiera de sus escenas podríamos buscarle un paralelo con la situación actual. Pero hace casi cien años.
    Ya, el ministro corrupto, los enchufes en los cargos de la administración, la insolidaridad, la violencia policial, la persecución política, detenciones ilegales...
   Sí, es muy triste. ¿Y este mismo fin de semana? ¿En Madrid? 
   Había oído que llevaban tiempo haciéndolo.
   Vamos, como en aquella escena...
   Sí, es muy emocionante... y terrible.
   Sí, fue una de las que añadió Valle-Inclán en la segunda versión.
   ¿Que por qué? No sé, se daría cuenta de algo...  


El calabozo. Sótano mal alumbrado por una candileja. En la sombra se mueve el bulto de un hombre. Blusa, tapabocas y alpargatas. Pasea hablando solo. Repentinamente se abre la puerta. MAX ESTRELLA, empujado y trompicando, rueda al fondo del calabozo. Se cierra de golpe la puerta.

MAX: ¡Canallasl. ¡Asalariados! ¡Cobardes!
VOZ FUERA: ¡Aún vas a llevar mancuerna!
MAX: ¡Esbirro!

Sale de la tiniebla el bulto del hombre morador del calabozo. Bajo la luz se le ve esposado, con la cara llena de sangre.

EL PRESO: ¡Buenas noches!
MAX: ¿No estoy solo?
EL PRESO: Así parece.
MAX: ¿Quién eres, compañero?
EL PRESO: Un paria.
MAX: ¿Catalán?
EL PRESO: De todas partes.
MAX: ¡Paria!... Solamente los obreros catalanes aguijan su rebeldía con ese denigrante epíteto. Paria, en bocas como la tuya, es una espuela. Pronto llegará vuestra hora.
EL PRESO: Tiene usted luces que no todos tienen. Barcelona alimenta una hoguera de odio, soy obrero barcelonés, y a orgullo lo tengo.
MAX: ¿Eres anarquista?
EL PRESO: Soy lo que me han hecho las Leyes.
MAX: Pertenecemos a la misma Iglesia.
EL PRESO: Usted lleva chalina.
MAX: ¡El dogal de la más horrible servidumbre! Me lo arrancaré, para que hablemos.
EL PRESO: Usted no es proletario.
MAX: Yo soy el dolor de un mal sueño.
EL PRESO: Parece usted hombre de luces. Su hablar es como de otros tiempos.
MAX: Yo soy un poeta ciego.
EL PRESO: ¡No es pequeña desgracia!... En España el trabajo y la inteligencia siempre se han visto menospreciados. Aquí todo lo manda el dinero.
MAX: Hay que establecer la guillotina eléctrica en la Puerta del Sol.
EL PRESO: No basta. El ideal revolucionario tiene que ser la destrucción de la riqueza, como en Rusia. No es suficiente la degollación de todos los ricos. Siempre aparecerá un heredero, y aun cuando se suprima la herencia, no podrá evitarse que los despojados conspiren para recobrarla. Hay que hacer imposible el orden anterior, y eso sólo se consigue destruyendo la riqueza. Barcelona industrial tiene que hundirse para renacer de sus escombros con otro concepto de la propiedad y del trabajo. En Europa, el patrono de más negra entraña es el catalán, y no digo del mundo porque existen las Colonias Españolas de América. ¡Barcelona solamente se salva pereciendo!
MAX: ¡Barcelona es cara a mi corazón!
EL PRESO: ¡Yo también la recuerdo!
MAX: Yo le debo los únicos goces en la lobreguez de mi ceguera. Todos los días, un patrono muerto, algunas veces, dos... Eso consuela.
EL PRESO: No cuenta usted los obreros que caen...
MAX: Los obreros se reproducen populosamente, de un modo comparable a las moscas. En cambio, los patronos, como los elefantes, como todas las bestias poderosas y prehistóricas, procrean lentamente. Saulo, hay que difundir por el mundo la religión nueva.
EL PRESO: Mi nombre es Mateo.
MAX: Yo te bautizo Saulo. Soy poeta y tengo el derecho al alfabeto. Escucha para cuando seas libre, Saulo. Una buena cacería puede encarecer la piel de patrono catalán por encima del marfil de Calcuta.
EL PRESO: En ello laboramos.
MAX: Y en último consuelo, aun cabe pensar que exterminando al proletario también se extermina al patrón.
EL PRESO: Acabando con la ciudad, acabaremos con el judaísmo barcelonés.
MAX: No me opongo. Barcelona semita sea destruida, como Cartago y Jerusalén. ¡Alea jacta est! Dame la mano.
EL PRESO: Estoy esposado.
MAX: ¿Eres joven? No puedo verte.
EL PRESO: Soy joven. Treinta años.
MAX: ¿De qué te acusan?
EL PRESO: Es cuento largo. Soy tachado de rebelde... No quise dejar el telar por ir a la guerra y levanté un motín en la fábrica. Me denunció el patrón, cumplí condena, recorrí el mundo buscando trabajo, y ahora voy por tránsitos, reclamado de no sé qué jueces. Conozco la suerte que me espera: Cuatro tiros por intento de fuga. Bueno. Si no es más que eso...
MAX: ¿Pues qué temes?
EL PRESO: Que se diviertan dándome tormento.
MAX: ¡Bárbaros!
EL PRESO: Hay que conocerlos.
MAX: Canallas. ¡Y ésos son los que protestan de la leyenda negra!
EL PRESO: Por siete pesetas, al cruzar un lugar solitario, me sacarán la vida los que tienen a su cargo la defensa del pueblo. ¡Y a esto llaman justicia los ricos canallas!
MAX: Los ricos y los pobres, la barbarie ibérica es unánime.
EL PRESO: ¡Todos!
MAX: ¡Todos! ¿Mateo, dónde está la bomba que destripe el terrón maldito de España?
EL PRESO: Señor poeta que tanto adivina, ¿no ha visto usted una mano levantada?

Se abre la puerta del calabozo, y EL LLAVERO, con jactancia de rufo, ordena al preso maniatado que le acompañe.

EL LLAVERO: Tú, catalán, ¡disponte!
EL PRESO: Estoy dispuesto.
EL LLAVERO: Pues andando. Gachó, vas a salir en viaje de recreo.

El esposado, con resignada entereza, se acerca al ciego y le toca el hombro con la barba. Se despide hablando a media voz.

EL PRESO: Llegó la mía... Creo que no volveremos a vernos...
MAX: ¡Es horrible!
EL PRESO: Van a matarme... ¿Qué dirá mañana esa Prensa canalla?
MAX: Lo que le manden.
EL PRESO: ¿Está usted llorando?
MAX: De impotencia y de rabia. Abracémonos, hermano.

Se abrazan. EL CARCELERO y el esposado salen. Vuelve a cerrarse la puerta. MAX ESTRELLA tantea buscando la pared, y se sienta con las piernas cruzadas, en una actitud religiosa, de meditación asiática. Exprime un gran dolor tacíturno el bulto del poeta ciego. Llega de fuera tumulto de voces y galopar de caballos.
La obra completa, aquí.

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