martes, 1 de febrero de 2011

Ciudadanos con correa

   Durante el mes de noviembre leí una novela japonesa cuya recomendación me sorprendió no recuerdo dónde. Se titula Kanikosen. El pesquero, de Takiji Kobayashi, y narra la desgraciada vida de los empleados en un barco que faena frente a las costas de Kamchatka durante los años 20. Fundamentalmente me llaman la atención dos cosas:
  • En cuanto a la ambientación: resulta que el Japón modélico que se vende desde la revolución Meiji, el país asiático ejemplar que se modernizó antes que ninguno, lo hizo a sangre y fuego, como China ahora o Inglaterra a principios del s. XIX. Las condiciones de trabajo descritas son absolutamente esclavistas y denigrantes.
  • En cuanto a la trama: los pescadores soportan humillaciones, golpes, enfermedades, horarios imposibles... durante semanas antes de preguntarse cómo podrían cambiar sus condiciones. A pesar de que no tienen nada que perder solo intentan una primera huelga a mitad de la novela, que es sofocada violentamente gracias a que el ejército patrullaba por esas aguas para que no hubiera levantamientos rojos (no diré qué pasa más adelante).
  Ambos aspectos suscitan preguntas incómodas: ¿es que no es posible el progreso técnico o económico sin explotación de los trabajadores? Adaptándolo a la actualidad tendríamos innumerables ejemplos de trabajadores explotados para rebajar costes y que cualquier papanatas del primer mundo se sienta mejor porque puede comprar cualquier bobada por unos eurillos (o menos). 
   La segunda pregunta incómoda estaría relacionada con la misma condición humana: ¿por qué los dominados son tan dóciles? ¿tanto puede el miedo a perder lo poco que se tiene? 
   Terreno para reflexionar: la crisis está siendo soportada en países como España, Portugal o Irlanda sin apenas un puñetero incidente en los puestos de trabajos, contra los patrones, el gobierno o el poder financiero en tres años, incluso después de varios duros golpes legislativos; los medios destacan de las huelgas cada minúscula alteración de la vida normal y de las "revueltas" en el Norte de África que los turistas no pueden salir del hotel; tampoco mencionan la inmoralidad (el único aspecto verdaderamente interesante) de la corrupción política y el enriquecimiento de las grandes empresas; por último, ¿cómo habrán vivido los ciudadanos de Túnez o Egipto durante estos años para dejar de ser tan dóciles? ¿Qué les habrán hecho para cabrearse tanto (pacíficamente, por supuesto)? Y aún más importante: ¿por qué no nos hemos enterado?

¿De verdad?

2 comentarios:

  1. Muy buena. ¿No nos enteramos o nos queremos enterar? Porque lo que ha pasado aquí, las consecuencias y quienes son responsables está bastante claro pero parece que seguimos sin enterarnos. Dónde está el límite para que la gente reaccione no lo sé.

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  2. La reflexión esta entre nosotros desde hace ya mucho tiempo,y cada uno tiene su opinión sobre lo que esta pasando.
    La reflexión que hagamos nosotros españoles,portugueses o irlandeses de nuestra crisis, no tiene nada que ver con la de los países del norte de África. ¿Alguien se cree que España tendría la paz social que tiene si no tuviese una cobertura medianamente satisfactoria ?
    Lo que no veo bien es la cantidad de trabajo sumergido que existe,del que se aprovecha tanto el que lo ofrece como el que lo acepta.
    En otro momento continuare con la reflexión.
    Saludos.

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