domingo, 10 de abril de 2011

Lágrimas de Portugal

Cabo Sao Vicente
Ó mar salgado, quanto do teu sal
Sao lágrimas de Portugal!
Quem quer passar além do Bojador
Tem que passar além da dor. (1)
    Mar português. Fernando Pessoa.

   No puedo evitar que entre las noticias de los últimos días una me haya afectado mucho más: la bancarrota de Portugal. No son tiempos para equiparar desastres, pues hay de sobra, pero el sentimiento apremia.
   Portugal es mi casa. Realmente mi patria, si es que existe, ocuparía una buena parte de su territorio. Sé que estoy volviendo a ella cuando paso su frontera, esa raya que apenas separa nada, y sigo sintiendo al hacerlo una emoción particular. A pesar de haberla cruzado más de cincuenta veces. Da igual que sea a través del Duero, el Tajo, el Miño o el Guadiana. Cuando la mayoría solo percibe un cambio en la tipografía de la señalización, las matrículas y el precio de los carburantes yo noto que vuelvo a mi tierra, tanto como cuando veo después de meses los álamos de las riberas del Duero y el Pisuerga.
   ¿Una explicación? Puedo dar razones más o menos comprensibles: allí aprendí a vivir por mi cuenta, me enamoré, y asumí una segunda lengua. Pero hay algo más. Conecto con su literatura, con cierta estética y forma de ser o de comer, con sus palabras... Quizá sea difícil de entender, no lo niego, pero en esto tuvo que haber alguna predestinación o una familiaridad genética perdida: desde que llegué me sentí así. Allí todo parecía más hermoso. Vaya a saber por qué.
   Siento, eso sí, que es un país que la mayoría no valora como debiera, sobre todo en España e incluso en Galicia, con quien la relación es tan estrecha. Una tierra que los extranjeros no han intentado comprender y que los españoles olvidan nada más cruzar esa raya imprecisa entre los montes. Recordarán todos vagamente lo buenos que estaban el pescado y el vino, la arena magnífica o las visitas monumentales, pero poco más.
   Sin embargo, y aparte de la mitomanía a lo Kafka que ahora se despliega con Pessoa, sin duda el mejor poeta de la historia, ¿qué sabemos de José Afonso, de la Revolución de los claveles, de los viajes oceánicos del s. XV, de Eça de Queiroz, de Salazar y su dictadura, de Gil Vicente, de los partidos que tienen representación en su parlamento, de Miguel Torga, de la pronunciación de sus palabras?
   Ahora recorre los diarios el temor de que los bancos españoles se vean afectados por la quiebra del estado portugués. De hecho, el préstamo usurero que va a desangrar a los portugueses servirá en gran parte para cubrir sus fallos. Preocupa que pierdan las mismas empresas españolas que han comprado un buen pedazo de las portuguesas para ampliar mercado. Pero no nos engañemos. Si Portugal ha quebrado ha sido con el empujoncito necesario de todos los demás y, sobre todo, de aquellos a los que beneficia que Portugal sea hoy un país bastante más desigual (y, por lo tanto, empobrecido) que hace veinte años.
   Portugal ya intuía hace tiempo que Europa no los consideraba dignos de su club. Nadie se interesaba por ellos y por eso buscaron el mar, el horizonte. Armaron ruido, pero no fue suficiente. Y eso que sufrieron una de las dictaduras más duras de las que surgieron con el fascismo de entreguerras (que por cierto detuvo y entregó a muchos españoles) y supieron acabar con ella mediante una revuelta de las capas bajas del ejército apoyada por ciudadanos hartos. Ya nadie comenta ese valor único en la historia, como toda la cultura desarrollada de espaldas al continente. 
   Sin embargo, como España, se fue empequeñeciendo y asumiendo los mazazos de los siglos. Desde luego, por culpa de la soberbia e incapacidad de sus dirigentes. Como España, creyó despertar varias veces, a principios y a finales del XX. Pero todo, una vez más, era mentira. Como en España.
   Nuestras fatalidades son hermanas.
A Deus as maos alçamos.
Mas Deus nao dá licença que partamos.
Há doenças piores que as doenças. (2)
 (1) La tipografía no es la adecuada, ya que faltan signos ortográficos que no sé cómo incorporar. Traduzco: ¡Oh, mar salado, quién sabe cuánta sal / tuya son lágrimas de Portugal! [...] Quien quiera ir más allá del Bojador / tendrá que pasar por el dolor.
(2) También son versos de otros poemas de Pessoa: Alzamos a Dios las manos. / Pero Dios no quiere que partamos. [...] Hay enfermedades peores que las enfermedades. La traducción seria en Re-versiones.

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