viernes, 19 de junio de 2015

El plan previsto

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   Hace ya cuatro años de momentos como este, en los que todo el mundo estaba en la calle y no porque quisiera pasear bajo el sol o tomar algo a la sombra. Acababa de hacerse evidente que el sistema político, social y económico se había agotado, pero el poder lo seguían teniendo los mismos. 
   Durante más de dos años se mantuvo esta situación. Las plazas se llenaban. Pero poco a poco el esfuerzo se fue concentrando en propósitos más concretos y cercanos, abarcables. Los triunfos parecen pírricos, pero costaron mucho y significaron más: algunos hospitales, centenares de desahucios, centros sociales, redes de colaboración, un proyecto urbanístico, detenciones...
   No estaba nada mal, aunque esto no hiciera temblar los cimientos de la estructura. Y una legislatura después resulta que cambian gobiernos locales y autonómicos. Muchos con buena intención y algo de decencia, lo cual sorprende en la política a la que estábamos acostumbrados. Algo encomiable, si bien las buenas intenciones no garantizan nada.
   Porque durante este tiempo el PP y el PSOE y otros, sí, pero también la banca, la patronal, la UE y sus lobbys, la élite dirigente de los estados, la ONU, la OCDE, el G7 u 8, el BM, el FMI, los grupos empresariales, la bolsa... continúan con el plan previsto. Y ese plan incluye una revisión de los cimientos de la estructura social, económica y política. Una revisión que conseguirá reforzarlos.
   Siento parecer agorero, pero en gran medida el escenario actual es peor que hace cuatro años. Y no se trata de que circule más o menos dinero o de que trabaje más gente, cosa que hasta algunos economistas ponen en duda. Está claro, por el contrario, de que se trabaja peor y por menos; que se está aún más a merced de los subsidios, la explotación, los abusos, la ilegalidad.

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   Hay que reconocerlo. Aunque duela. Para salvar a los bancos hubo que hundir a las cajas de ahorros. Hecho. Se acabaron las entidades financieras sin ánimo de lucro, pues. Y ahora saca tu cuenta de esa macroentidad de nombre cambiante si tienes huevos (y si no tienes un préstamo, claro). Y ábrete un plan de pensiones porque la tuya será una mínima parte de lo que recibieron tus padres o tus abuelos. Es un negociazo: lo que tú cotizaste lo ahorra la administración y lo ganan los bancos.
   Para salvar la educación privada había que financiarla y, por supuesto, desprestigiar la pública. Hecho. La LOMCE mantiene el ansia por los conciertos educativos tan obsoletos como la propia transición. Además, promueve equipos directivos serviles, elimina órganos de representación de la comunidad educativa e introduce un cambio de radical de dirección: el propósito es formar a gente que gane dinero y no gente que piense. De ahí la sustitución de todo lo que huela a filosofía o crítica por "emprendimiento"; una salvajada etimológica, un golpe de mando.
   Para salvar la moral había que relanzar los valores religiosos. Hecho. Cabalga como siempre a sus anchas esa rémora llamada asignatura de Religión. Y cuenta para media. Y ahí está relanzada la imagen de las ONG católicas, Cáritas sobre todo, pues al estado le encantan las personas e instituciones caritativas, que asuman sus propias funciones sin cuestionar el orden establecido.
   Para salvar la identidad había que hundir (y esto sí es literal) a los inmigrantes. Hecho. Hay miles muertos; muchos otros detenidos, expulsados o torturados. Y sin rubor, pues ellos no son españoles como dios manda.
   Para salvar a las aseguradoras había que hundir la sanidad pública. Hecho. Muchos acaban por pagar consultas y operaciones que se eternizarían mientras el estado sigue concertando la sanidad de los funcionarios para tenerlos contentos.
   Para salvar el libre mercado había que asegurar bajos impuestos a las empresas y penalizar a los consumidores. Hecho. Sube el IVA, bajan los aranceles, se imponen tratados de libre comercio que acabarán con la forma de vida de millones de personas en Europa. La consagración de la economía, nuestra nueva diosa, y su primer mandamiento: las cosas valen lo que se pague por ellas.
   Para salvar la monarquía había que cambiar al rey. Hecho. Ahora es más alto, más joven, más educado y con idiomas. Quién no lo preferiría. Al menos así lo demuestran todos los minutos que TVE le está dedicando en esta semana en que cumple un año en el trono.

3

   En definitiva, queramos o no se han consolidado los principios que dominan la sociedad: la ambición, el individualismo, el ánimo de lucro, la inversión, la usura, el clasismo, la herencia, la sumisión, la obediencia, la arbitrariedad, el nacionalismo. Habrá nuevos políticos, pero en la misma jaula.
   Por el camino, como tenía que ser, han caído unos cuantos personajes. Unos pasarán algún año en la cárcel, otros simplemente comprobarán que dejaron de tener algunos amigos, que ya no les llaman... Daños colaterales.
   Sé que parece una visión pesimista. Pero tampoco es que estuviera mucho mejor antes. La justicia no cabe, la igualdad es incompatible. No es un futuro halagüeño. Ni lo era. Y a todo esto aún habría que añadirle todas las situaciones de verdadera calamidad por  el mundo que no me atrevo a catalogar. Por vergüenza.
   Puede que, al menos, unos cuantos hayan aprendido cómo reaccionar. Puede ser. Pero no lo hemos hecho los profesores, por ejemplo. Ni muchos otros. Una resistencia demasiado modesta. Cada tanto es inevitable que uno se sienta como este tipo.
   No dejemos de pensarlo, sin embargo. El discurso es viejo y sigue imponiéndose. Hasta ahora. El plan es el previsto, pero no es perfecto.


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