jueves, 27 de agosto de 2015

Refugiados vs. inmigrantes

   Da vergüenza el cinismo de los grandes medios de comunicación, que ni en cuestiones morales básicas (o de derechos humanos, como se suelen llamar) contemplan unos principios.
   Hoy, ayer, esta semana y tal vez la que viene o incluso durante un mes hay unos nuevos héroes en Europa: los "refugiados" sirios. A la mayoría nadie les ha dado asilo legal, pero ya son refugiados. Tuvieron premio. ¿Por qué? Esa pobre gente ha escapado de su propio país en guerra, de una lucha de poder difícil de reducir a los parámetros habituales, pues ya no sabe uno quién es más terrorista o sanguinario: el gobierno dictatorial, quienes se opusieron a él o los que después fueron conquistando medio país aprovechando la coyuntura, el ejército del Estado Islámico. No estamos hechos a entender de guerras a tres bandos (o más). Los medios de comunicación lo entienden aún peor.
   Es terrible ver cómo una revuelta contra un gobierno injusto acaba transformándose en excusa para que insospechados ejércitos intenten asaltar el poder o, en su defecto, sacar provecho de la situación provisional de caos para enriquecerse, financiarse e imponer su propia ley. Véanse Egipto, Libia, Siria...
   No estoy suficientemente informado como para tratar estos despropósitos. Por eso me quiero centrar en las noticias recientes sobre sus víctimas. Su situación es tan alarmante que al menos merecen esa palabra de consuelo: refugiado. No como otros de quienes ni siquiera debemos compadecernos.
   Supongo que no soy el único que ha notado un replanteamiento del punto de vista en las noticias sobre los sirios que escapan de su país en las últimas semanas. En este caso se ha impuesto el tratamiento de "refugiados", mientras que antes eran tan inmigrantes como los demás, es decir, igual de despreciables. No es una cuestión léxica. De alguna manera alguien ha decidido que esa gente tiene derecho a huir de su propia guerra, pues sería injusto que fueran asesinados como otros vecinos suyos por los malos malísimos del cuento: los islamistas perversos que hacen bueno al dictador que hace meses era un tirano. Hay ejemplos del uso de la palabra en El mundo, ABC y la inmensa mayoría de medios de comunicación, si bien El país intenta ser más preciso y habla de "refugiados e inmigrantes" en el cuerpo de la noticia.
   Aún hay más; la portada de hoy de El mundo convierte a los sirios en desterrados en busca de redención, víctimas de un sacrificio sin artífice. Aquí la tenéis: 

Atención a la metáfora y la composición en plan Sagrada Familia

   En cualquier caso, todas las palabras e imágenes que recibiremos como público en las próximas semanas redundarán en la miseria y la desgracia de las víctimas, en sus penurias, sus esfuerzos, su odisea, su coraje... En algún momento, también, se hablará de lo hospitalaria que es la UE, Alemania incluida, de que el problema humanitario, etc. Pero nadie tratará de arreglar nada, de averiguar causas y razones, de buscar soluciones a un país donde ya solo quedan las ruinas de las ruinas. Triste, ¿verdad? Prensa amarilla, en el fondo. Puro dramatismo. Cero análisis. Caridad, sí; de solidaridad, nada. La solidaridad implicaría sentirse iguales a ellos, concebir sus derechos como tuyos. Es mucho pedir.
   Además, todo esto va a suceder mientras sigan apareciendo en los titulares y en la redacción de los mismos medios escritos o audiovisuales los "inmigrantes", esos otros que se van de su país por capricho. Pues no, no todos los que emigran tienen derecho a hacerlo. Tendrán que recordar cada día que hay emigrantes buenos y malos, regulares e irregulares, ricos y pobres, víctimas de la guerra o ambiciosos portadores del ébola con alma demoníaca.
   ¿Quién juzga esa diferencia? ¿Quién se siente con la soberbia suficiente como para decidir si es justo que alguien escape de la guerra o del hambre, de la pobreza o de la represión? ¿De verdad los medios de comunicación y las instituciones de Europa deben decidir sobre eso? ¿Nosotros lo hacemos? ¿Lo hicimos (juzgar o emigrar, para el caso es lo mismo)? 
   Este mundo de la ribera norte del Mediterráneo lleva siglos adjudicándose una superioridad moral inaceptable. Y lo peor es que sigue funcionando así, sin rubor ninguno.
   Mientras los sirios se hacinan en las fronteras del este hasta llamar a la puerta del señor Schengen o atraviesan penosamente Turquía, otros, mucho peores personas, se quedan sin tarjeta ni recetas para ir al médico incluso cuando viven y pagan su IVA aquí, se pegan contra una valla de siete metros, desembarcan en pateras o se ahogan en tierra de nadie, mejor dicho, en el mar de todos, que es lo mismo.
   Mira tú, hasta en la miseria y la desgracia hay clases, como ya mostraban las novelas realistas del s. XIX. Si te tocó ser más oscuro o pasar por determinada frontera o llevar determinado pasaporte alguien decidirá por ti si es aceptable que estés escapando de tu propio país, ya sea Senegal, Libia, Mauritania, Nigeria, Siria, Marruecos o Mali. Si tienes suerte, alguien será caritativo contigo. Pero, en cualquier caso, lo que no debes esperar de los maniáticos de las fronteras es justicia. A tal nivel de cinismo han llegado estas sociedades con dinero.

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